Mis reflexiones
La vaca era el problema
No
recuerdo el momento en el que me contaron la historia, pero si recuerdo
que me dejó una reflexión que aún
perdura, y que hoy quiero compartir con
el lector.
Cuentan,
que hubo una vez un monje, que junto a
su aprendiz, recorrían un largo camino
hacia quien sabe qué lugar. En un momento determinado del trayecto, tuvieron la
necesidad de parar, pues la noche les había alcanzado.
El
lugar, más que escogido, fue impuesto, pues el pequeño caserío al que pudieron optar,
era el único que en kilómetros a la redonda pudieron encontrar.
Una vez
dentro, y hablando con el dueño de esta pequeña llamémosla “posada”, este les
comunico que en realidad podían quedarse para pasar la noche, pero no podía
ofrecerles más que leche y un poco de queso, pues las penurias en las que se
encontraban en ese momento, no les permitía comprar muchos, por no decir ningún
alimento, que no fuera el que les proporcionaba la res. Desde hacía meses la única forma de
supervivencia, la vaca, se había convertido, en el único modo de vida, para poder llevarse algo a la boca.
El
monje y el aprendiz accedieron de buena gana, pues poco más que un sitio para
dormir era lo que necesitaban, comunicándole al amo del caserío, que
proseguirían su marcha nada más el gallo cantara, pues debían de partir pronto
para continuar con su largo camino.
Mucho
antes de que el gallo despertara, el
monje ya estaba en pie, advirtiéndole a su aprendiz que se diera prisa en ponerse sus vestimentas y que le siguiera sin hacer ruido.
Aun
sorprendido por tanta rapidez e intriga, para el joven acompañante, la sorpresa
se convertiría en asombro, cuando su maestro, cuchillo en mano, daba muerte a
la vaca.
-
¡Pero maestro! ¿Por qué hace eso? – Fueron las únicas palabras que atinó
a decir, pues al poco tiempo, ya estaban
lejos del caserío y nunca más se nombró ese tema durante el resto de ese viaje a quien sabe
dónde, dejando al aprendiz ahogado en un mar de dudas, de lo sucedido y visto
esa jornada.
Pasados
un par de años el joven aprendiz tuvo que hacer el viaje de regreso, y
acordándose de lo que había ocurrido y deseando saciar las preguntas de su
interior, decidió esta vez, buscar el caserío intencionadamente, para pasar la noche y buscar respuestas.
Una
incredulidad, recorrió todo su ser cuando en lugar de una pequeña casa con
establo, se encontró con una espectacular construcción, con muchas habitaciones
para el viajero, establos para los animales y carruajes, trabajadores que atendían
un enorme salón donde multitud de gente entraba y salía guardando colas para
comer los manjares que allí se ofrecían.
Definitivamente
no era el mismo lugar que tan solo dos años atrás él había dejado.
Por
fortuna (para él), tropezó con el dueño de
la posada, que era la misma persona que les había ofrecido tan solo
leche y queso en su visita anterior, y
no pudo más que preguntarle por el cambio tan radical que había sufrido ese
modesto caserío, convirtiéndose ahora en un negocio muy lucrativo.
-
¡Claro que me acuerdo de ti, de hecho recuerdo que el día que vosotros
os marchasteis, mi vaca apareció muerta, por vete tú a saber qué malandrín!
Pero en lugar de quejarnos, decidimos buscar soluciones, por lo que vendimos la carne con la que pude comprar varias cabras
y un caballo. Con el caballo pudimos viajar a otros campos más lejanos, donde
pudimos trabajar y ganar un dinero que de otro modo no hubiésemos podido ahorrar.
Además, pudimos alquilar el caballo para
arar, mientras en el caserío, las cabras
mantenían nuestro hogar. En unos meses obtuvimos unas ganancias que nos
permitió, hacer acopio de provisiones y en lugar de guardarlas, las dedicamos a
vender como comida diaria en nuestro caserío; que al poco tiempo era conocido
por las famosas comidas que mi mujer cocinaba con tanta dedicación y esmero, y
al ser tantos y ricos platos, tal fue el éxito, que tuvimos que ampliar las caballerizas
para poder atender a todos nuestros clientes que cada vez venían en mayor
cantidad, y finalmente tuvimos que
ampliar las habitaciones pues la demanda era muy alta. Así que como ves me
acuerdo perfectamente de vosotros pues a partir de aquel día y pese a la
extraña muerte de mi vaca, todo cambió y nos fue a mejor.
El
aprendiz comprendió entonces la enseñanza que su maestro le había dado aquel día,
y que tras dos años había comprendido al fin.
Nos
conformamos con lo que tenemos sin ser capaces de salir de situaciones que aun
penosas para nosotros, y no hacemos nada mientras tengamos una pequeña entrada para nuestra
subsistencia. Eso, nos convierte en personas dependientes de esas migajas.
Tiene
que venir alguien de fuera y quitarnos eso que creemos que es vital para
nosotros, para que nos busquemos el modo de subsistir y es cuando nos damos
cuenta de que hay más formas de salir
adelante, e inclusive te pueden llevar al éxito profesional.
Si
tienes un trabajo miserable, con un sueldo miserable, y piensas que eso es
mejor que todo, te puedo asegurar que tal vez tenga que venir alguien a matarte
esa vaca, para que descubras que ahí fuera, puedes
encontrar otras cosas que sean las que te descubran que tú puedes hacer lo que
te propongas.
No recuerdo el momento en el que me contaron la historia, pero si recuerdo que me dejó una reflexión que aún perdura, y que hoy quiero compartir con el lector.
Cuentan,
que hubo una vez un monje, que junto a
su aprendiz, recorrían un largo camino
hacia quien sabe qué lugar. En un momento determinado del trayecto, tuvieron la
necesidad de parar, pues la noche les había alcanzado.
El
lugar, más que escogido, fue impuesto, pues el pequeño caserío al que pudieron optar,
era el único que en kilómetros a la redonda pudieron encontrar.
Una vez dentro, y hablando con el dueño de esta pequeña llamémosla “posada”, este les comunico que en realidad podían quedarse para pasar la noche, pero no podía ofrecerles más que leche y un poco de queso, pues las penurias en las que se encontraban en ese momento, no les permitía comprar muchos, por no decir ningún alimento, que no fuera el que les proporcionaba la res. Desde hacía meses la única forma de supervivencia, la vaca, se había convertido, en el único modo de vida, para poder llevarse algo a la boca.
El monje y el aprendiz accedieron de buena gana, pues poco más que un sitio para dormir era lo que necesitaban, comunicándole al amo del caserío, que proseguirían su marcha nada más el gallo cantara, pues debían de partir pronto para continuar con su largo camino.
Mucho antes de que el gallo despertara, el monje ya estaba en pie, advirtiéndole a su aprendiz que se diera prisa en ponerse sus vestimentas y que le siguiera sin hacer ruido.
Aun sorprendido por tanta rapidez e intriga, para el joven acompañante, la sorpresa se convertiría en asombro, cuando su maestro, cuchillo en mano, daba muerte a la vaca.
- ¡Pero maestro! ¿Por qué hace eso? – Fueron las únicas palabras que atinó a decir, pues al poco tiempo, ya estaban lejos del caserío y nunca más se nombró ese tema durante el resto de ese viaje a quien sabe dónde, dejando al aprendiz ahogado en un mar de dudas, de lo sucedido y visto esa jornada.
Pasados
un par de años el joven aprendiz tuvo que hacer el viaje de regreso, y
acordándose de lo que había ocurrido y deseando saciar las preguntas de su
interior, decidió esta vez, buscar el caserío intencionadamente, para pasar la noche y buscar respuestas.
Una
incredulidad, recorrió todo su ser cuando en lugar de una pequeña casa con
establo, se encontró con una espectacular construcción, con muchas habitaciones
para el viajero, establos para los animales y carruajes, trabajadores que atendían
un enorme salón donde multitud de gente entraba y salía guardando colas para
comer los manjares que allí se ofrecían.
Definitivamente
no era el mismo lugar que tan solo dos años atrás él había dejado.
Por fortuna (para él), tropezó con el dueño de la posada, que era la misma persona que les había ofrecido tan solo leche y queso en su visita anterior, y no pudo más que preguntarle por el cambio tan radical que había sufrido ese modesto caserío, convirtiéndose ahora en un negocio muy lucrativo.
- ¡Claro que me acuerdo de ti, de hecho recuerdo que el día que vosotros os marchasteis, mi vaca apareció muerta, por vete tú a saber qué malandrín! Pero en lugar de quejarnos, decidimos buscar soluciones, por lo que vendimos la carne con la que pude comprar varias cabras y un caballo. Con el caballo pudimos viajar a otros campos más lejanos, donde pudimos trabajar y ganar un dinero que de otro modo no hubiésemos podido ahorrar. Además, pudimos alquilar el caballo para arar, mientras en el caserío, las cabras mantenían nuestro hogar. En unos meses obtuvimos unas ganancias que nos permitió, hacer acopio de provisiones y en lugar de guardarlas, las dedicamos a vender como comida diaria en nuestro caserío; que al poco tiempo era conocido por las famosas comidas que mi mujer cocinaba con tanta dedicación y esmero, y al ser tantos y ricos platos, tal fue el éxito, que tuvimos que ampliar las caballerizas para poder atender a todos nuestros clientes que cada vez venían en mayor cantidad, y finalmente tuvimos que ampliar las habitaciones pues la demanda era muy alta. Así que como ves me acuerdo perfectamente de vosotros pues a partir de aquel día y pese a la extraña muerte de mi vaca, todo cambió y nos fue a mejor.
El aprendiz comprendió entonces la enseñanza que su maestro le había dado aquel día, y que tras dos años había comprendido al fin.
Nos conformamos con lo que tenemos sin ser capaces de salir de situaciones que aun penosas para nosotros, y no hacemos nada mientras tengamos una pequeña entrada para nuestra subsistencia. Eso, nos convierte en personas dependientes de esas migajas.
Tiene que venir alguien de fuera y quitarnos eso que creemos que es vital para nosotros, para que nos busquemos el modo de subsistir y es cuando nos damos cuenta de que hay más formas de salir adelante, e inclusive te pueden llevar al éxito profesional.
Si tienes un trabajo miserable, con un sueldo miserable, y piensas que eso es mejor que todo, te puedo asegurar que tal vez tenga que venir alguien a matarte esa vaca, para que descubras que ahí fuera, puedes encontrar otras cosas que sean las que te descubran que tú puedes hacer lo que te propongas.



















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