Inmigración y participación
Aristóteles vinculaba Ciudadanía con arraigo a una comunidad política. Más adelante, a lo largo de la historia decir “Ciudadano” y “Extranjero” fue siempre apelar a una profunda antítesis.
Hablar de estos precedentes es sólo repasar un camino, porque pese a todo, en la actualidad, en materia de desarrollo humano estamos muy lejos, para bien, de cualquier otro momento en la historia. Las características de la sociedad actual nos invitan a redefinir los conceptos clásicos de ciudadanía y extranjería.
Hoy no es extraño tener vecinos extranjeros, sino que, de hecho, lo extraño es no tenerlos. En nuestra zona, contamos con porcentajes de población extranjera que rozan el 50% de la población total, en Benissa, por ejemplo, contábamos en 2013 con un 48,3%*.
En cuanto al Derecho al sufragio activo, es lógico requerir a los extranjeros cierto grado de vinculación con la sociedad para permitirles la participación política, pero pensando en aquellas personas extranjeras que viven aquí, y tienen intención de quedarse y “echar raíces”, es importante entender que tanto como disfrutan de los aspectos positivos, también padecen los males sociales y políticos que sufre la sociedad en su conjunto, y que por ello sería plenamente consecuente permitir que tengan derecho a “elegir males políticos” a su propio gusto.
Pero a mi juicio, no es el marco legal lo más preocupante de la situación actual, sino el marco político-social. Por poner algunos ejemplos cercanos; la falta de integración de la población extranjera en las celebraciones festivas locales, la preocupante carencia de un aprovechamiento de la riqueza cultural que estos vecinos pueden aportarnos, o el auténtico desinterés de las instituciones públicas por contar con la opinión y la participación de este numeroso grupo social son muestras de una grave falta de voluntad política que además es nociva pues genera separación y recelos.
En un mundo totalmente comunicado, con decenas de miles de personas que en este mismo momento “flotan” en el aire en todas las direcciones del globo, se puede afirmar que las fronteras se han suavizado, al menos en cuanto a su significado ideológico y que con ello también se ha suavizado la carga emocional de la palabra “extranjero”. Podríamos decir, que todos estamos más cerca que nunca, pero nos falta superar todavía una barrera.
Este último paso, es el definitivo. Se ha de apostar decididamente por un modelo de sociedad en la que aprovechemos la multiculturalidad, en la cual, el señor Bakkali y la señora Smith hablen perfectamente el valenciano y que gracias a un programa municipal puedan enseñar árabe e inglés a nuestros hijos y nietos. Se ha de apostar por un modelo de sociedad en la se potencie la igualdad, y se cuente con la opinión de la ciudadanía en general independientemente de su procedencia, siempre buscando la integración (no confundir con asimilación) de los recién llegados.
Les invito a que construyan esta sociedad con cada una de sus acciones y decisiones políticas.
*http://www.ive.es/portal/page/portal/IVE_PEGV/CONTENTS/fichas_mun/cas/Fichas/03041.pdf
Fernando López Corsí
Hablar de estos precedentes es sólo repasar un camino, porque pese a todo, en la actualidad, en materia de desarrollo humano estamos muy lejos, para bien, de cualquier otro momento en la historia. Las características de la sociedad actual nos invitan a redefinir los conceptos clásicos de ciudadanía y extranjería.
Hoy no es extraño tener vecinos extranjeros, sino que, de hecho, lo extraño es no tenerlos. En nuestra zona, contamos con porcentajes de población extranjera que rozan el 50% de la población total, en Benissa, por ejemplo, contábamos en 2013 con un 48,3%*.
En cuanto al Derecho al sufragio activo, es lógico requerir a los extranjeros cierto grado de vinculación con la sociedad para permitirles la participación política, pero pensando en aquellas personas extranjeras que viven aquí, y tienen intención de quedarse y “echar raíces”, es importante entender que tanto como disfrutan de los aspectos positivos, también padecen los males sociales y políticos que sufre la sociedad en su conjunto, y que por ello sería plenamente consecuente permitir que tengan derecho a “elegir males políticos” a su propio gusto.
Pero a mi juicio, no es el marco legal lo más preocupante de la situación actual, sino el marco político-social. Por poner algunos ejemplos cercanos; la falta de integración de la población extranjera en las celebraciones festivas locales, la preocupante carencia de un aprovechamiento de la riqueza cultural que estos vecinos pueden aportarnos, o el auténtico desinterés de las instituciones públicas por contar con la opinión y la participación de este numeroso grupo social son muestras de una grave falta de voluntad política que además es nociva pues genera separación y recelos.
En un mundo totalmente comunicado, con decenas de miles de personas que en este mismo momento “flotan” en el aire en todas las direcciones del globo, se puede afirmar que las fronteras se han suavizado, al menos en cuanto a su significado ideológico y que con ello también se ha suavizado la carga emocional de la palabra “extranjero”. Podríamos decir, que todos estamos más cerca que nunca, pero nos falta superar todavía una barrera.
Este último paso, es el definitivo. Se ha de apostar decididamente por un modelo de sociedad en la que aprovechemos la multiculturalidad, en la cual, el señor Bakkali y la señora Smith hablen perfectamente el valenciano y que gracias a un programa municipal puedan enseñar árabe e inglés a nuestros hijos y nietos. Se ha de apostar por un modelo de sociedad en la se potencie la igualdad, y se cuente con la opinión de la ciudadanía en general independientemente de su procedencia, siempre buscando la integración (no confundir con asimilación) de los recién llegados.
Les invito a que construyan esta sociedad con cada una de sus acciones y decisiones políticas.
*http://www.ive.es/portal/page/portal/IVE_PEGV/CONTENTS/fichas_mun/cas/Fichas/03041.pdf
Fernando López Corsí
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