Nuestros valores perdidos

Su mirada de soslayo, prometía una buena conversación, como así pude comprobar momentos después.

La historia, su historia, denotaba nostalgia por aquellos años que para sus ojos habían transcurrido en un breve lapso de tiempo.

Como otros muchos habitantes de la Marina Alta, en su juventud emigro a Francia, donde trabajo vendimiando, y pasando calamidades, pues el españolito de entonces no era muy bien visto por esa época.

 Trabajo duro, muy duro para ahorrar un pequeño capital, que a su vuelta al pueblo  que le había visto nacer, le sirvió para comprar la casa que había soñado para su familia.

Pero lo que más me sorprendió de todo lo que me contó, fue algo que dijo, y que me hizo reflexionar, y que hoy todavía me viene a la memoria cada vez que observo a nuestros jóvenes dirigirse a nuestros mayores.

Créanme cuando les digo que actualmente, sigo recordando la entrañable conversación, para extraer el siguiente razonamiento:

- Tenemos un mundo donde a Dios gracias, hemos ganado en la libertad individual de las personas. ¿Pero a cambio de qué? ¡Cuánta razón tenía mi querido amigo! Nuestros valores se han ido quedando en la cuneta.

 A medida que ganábamos la batalla democrática, la educación del respeto, parte fundamental de la enseñanza, se fue disipando por el camino de la vida, sin que nos diésemos cuenta.

Solo tenemos que ver en un parque, plaza o lugar público, como algunos de los niños les contestan a sus padres, para darnos cuenta, que ejemplo de adultos nos encontraremos en un futuro no muy lejano.

Empecemos a reflexionar para lograr encontrar una rápida solución a esto para no tener que buscar culpables  en un futuro, porque los únicos culpables de todo esto, somos nosotros mismo.