Un reflexión en voz alta
Todos somos migrantes
El Riberero es un personaje de honda tradición en la vida de Benissa. Durante siglos fueron muchos los benisseros que, dos veces al año, se desplazaban caminando hasta los campos de la Ribera del Júcar, en la provincia de Valencia, para trabajar como emigrantes temporales en el cultivo y la recolección del arroz para poder así obtener unos ingresos que cubrieran las necesidades que sus tierras de secano no les ofrecían
![[Img #1715]](upload/img/periodico/img_1715.jpg)
Seguro
que muchos de ustedes conviven a diario con personas de otros
países.
En
cualquier población de nuestra comarca, Adsubia, Vall de Laguar, Benimeli,
Benigembla, Lliber, Xalo, Denia, Ondara, Calpe, Jávea, Benissa, y así hasta
completar las casi cuarenta poblaciones de la Marina Alta de un tiempo hacia
acá, esta convivencia de culturas se ha convertido en algo habitual.
¿Se acuerdan de cuantos de nuestros abuelos fueron a recoger arroz?
Muchos de las poblaciones de la ribera del Jucar, fueron el
destino de nuestros familiares. Finalmente muchos se quedaron en Valencia
después de esa época, y todo esto sin ir tan atrás en el tiempo.
Después
vino un fenómeno mayor. ¿Cuántos de nuestros padres emigraron?
Francia,
Alemania, Argentina, y así una lista extensa de países a donde nuestros
familiares se desplazaron.
Se
vendimiaba, se barrían las calles, se hacían los peores trabajos que uno se
pueda imaginar. Se trabajaba en lo que hiciera falta. La subsistencia de muchas
familias dependía de ellos.
¿Cuántos volvieron? ¿Cuántos permanecieron?![[Img #1714]](upload/img/periodico/img_1714.jpg)
La gran mayoría de nosotros somos hijos o nietos, de aquel momento de la
historia, que a nuestros padres y abuelos les toco vivir.
Ahora puedo observar la desconfianza de la gente hacia los inmigrantes, incluso
hasta por su nacionalidad, esta (desconfianza) es mayor o menor.
Los marroquíes se llevan la peor parte, junto a los negros (y
estos sean de donde sean), después los sudamericanos, y (casi) se libran
los ciudadanos del este; rumanos, búlgaros, eslovacos, etc., que por su
similitud con nosotros en cuanto a color de piel, y costumbres, algunos se
salvan de la quema de la discriminación y xenofobia que recorre la comarca.
La
cosa cambia, y lógicamente no nos importa si son italianos, franceses,
ingleses, alemanes, holandeses, o cualquiera de los países que suenan bien
a nuestros oídos, y que consideramos “europeos de verdad”, y que por este
motivo, tienen todo el derecho del mundo a venir y hacer lo que quieran y más,
que para eso nos dejan su dinero contante y sonante.
Y
después pedimos con la boca grande que todas las personas deben tener los
mismos derechos y las mismas oportunidades, y nadie se considera racista, y
todo es perfecto en la convivencia con los extranjeros.
¿Qué estamos ofreciendo a cambio en realidad?
No queremos que nuestros hijos, jueguen con moros (como les llamamos de
forma despectiva), ni negros, ni “sudacas”, ni que se junten con esos hijos
de esos rumanos que dicen que no son de fiar, y de gitanos hoy no hablaremos.
Parece mentira, pero es necesario recordar, que vivimos en una comarca
multicultural, en donde todos tenemos cabida, y donde todos debemos empezar a
trabajar para construir este nuevo siglo.
Nuestro
futuro depende del ahora, y somos nosotros el espejo en que nuestros hijos se
han de mirar.
Dejemos a nuestros hijos, la mayor de las herencias: La riqueza y el
conocimiento de todas las culturas que conviven a nuestro alrededor.
¡Rompamos
con la xenofobia!
Y
como siempre digo: Esto, no es más que una reflexión en voz alta.
![[Img #1715]](upload/img/periodico/img_1715.jpg)
Seguro que muchos de ustedes conviven a diario con personas de otros países.
En cualquier población de nuestra comarca, Adsubia, Vall de Laguar, Benimeli, Benigembla, Lliber, Xalo, Denia, Ondara, Calpe, Jávea, Benissa, y así hasta completar las casi cuarenta poblaciones de la Marina Alta de un tiempo hacia acá, esta convivencia de culturas se ha convertido en algo habitual.
¿Se acuerdan de cuantos de nuestros abuelos fueron a recoger arroz?
Muchos de las poblaciones de la ribera del Jucar, fueron el destino de nuestros familiares. Finalmente muchos se quedaron en Valencia después de esa época, y todo esto sin ir tan atrás en el tiempo.
Después vino un fenómeno mayor. ¿Cuántos de nuestros padres emigraron?
Francia, Alemania, Argentina, y así una lista extensa de países a donde nuestros familiares se desplazaron.
Se vendimiaba, se barrían las calles, se hacían los peores trabajos que uno se pueda imaginar. Se trabajaba en lo que hiciera falta. La subsistencia de muchas familias dependía de ellos.
¿Cuántos volvieron? ¿Cuántos permanecieron?![[Img #1714]](upload/img/periodico/img_1714.jpg)
La gran mayoría de nosotros somos hijos o nietos, de aquel momento de la
historia, que a nuestros padres y abuelos les toco vivir.
Ahora puedo observar la desconfianza de la gente hacia los inmigrantes, incluso
hasta por su nacionalidad, esta (desconfianza) es mayor o menor.
Los marroquíes se llevan la peor parte, junto a los negros (y
estos sean de donde sean), después los sudamericanos, y (casi) se libran
los ciudadanos del este; rumanos, búlgaros, eslovacos, etc., que por su
similitud con nosotros en cuanto a color de piel, y costumbres, algunos se
salvan de la quema de la discriminación y xenofobia que recorre la comarca.
La cosa cambia, y lógicamente no nos importa si son italianos, franceses, ingleses, alemanes, holandeses, o cualquiera de los países que suenan bien a nuestros oídos, y que consideramos “europeos de verdad”, y que por este motivo, tienen todo el derecho del mundo a venir y hacer lo que quieran y más, que para eso nos dejan su dinero contante y sonante.
Y después pedimos con la boca grande que todas las personas deben tener los mismos derechos y las mismas oportunidades, y nadie se considera racista, y todo es perfecto en la convivencia con los extranjeros.
¿Qué estamos ofreciendo a cambio en realidad?
No queremos que nuestros hijos, jueguen con moros (como les llamamos de
forma despectiva), ni negros, ni “sudacas”, ni que se junten con esos hijos
de esos rumanos que dicen que no son de fiar, y de gitanos hoy no hablaremos.
Parece mentira, pero es necesario recordar, que vivimos en una comarca
multicultural, en donde todos tenemos cabida, y donde todos debemos empezar a
trabajar para construir este nuevo siglo.
Nuestro futuro depende del ahora, y somos nosotros el espejo en que nuestros hijos se han de mirar.
Dejemos a nuestros hijos, la mayor de las herencias: La riqueza y el
conocimiento de todas las culturas que conviven a nuestro alrededor.
¡Rompamos con la xenofobia!
Y como siempre digo: Esto, no es más que una reflexión en voz alta.




















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