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Domingo, 26 de Diciembre de 2010 Tiempo de lectura:
Un reflexión en voz alta

Todos somos migrantes

El Riberero es un personaje de honda tradición en la vida de Benissa. Durante siglos fueron muchos los benisseros que, dos veces al año, se desplazaban caminando hasta los campos de la Ribera del Júcar, en la provincia de Valencia, para trabajar como emigrantes temporales en el cultivo y la recolección del arroz para poder así obtener unos ingresos que cubrieran las necesidades que sus tierras de secano no les ofrecían

[Img #1715]


Seguro que muchos de ustedes conviven  a diario con  personas  de otros países.

 

En cualquier población de nuestra comarca, Adsubia, Vall de Laguar, Benimeli, Benigembla, Lliber, Xalo, Denia, Ondara, Calpe, Jávea, Benissa, y así hasta completar las casi cuarenta poblaciones de la Marina Alta de un tiempo hacia acá, esta convivencia de culturas se ha convertido en algo habitual.


¿Se acuerdan de cuantos de nuestros abuelos fueron a recoger arroz?

 


Muchos de las poblaciones de la ribera del Jucar, fueron el destino de nuestros familiares. Finalmente muchos  se quedaron en Valencia después de esa época, y todo esto sin ir tan atrás en el tiempo.

 

Después vino un fenómeno mayor. ¿Cuántos de nuestros padres emigraron?

 

Francia, Alemania, Argentina, y así una lista extensa de países a donde nuestros familiares se desplazaron.

 

Se vendimiaba, se barrían las calles, se hacían los peores trabajos que uno se pueda imaginar. Se trabajaba en lo que hiciera falta. La subsistencia de muchas familias dependía de ellos.

 
¿Cuántos volvieron? ¿Cuántos permanecieron?
[Img #1714]


La gran mayoría de nosotros somos hijos o nietos,  de aquel momento de la historia,  que a nuestros padres y abuelos les toco vivir.


Ahora puedo observar la desconfianza de la gente hacia los inmigrantes, incluso hasta por su nacionalidad, esta (desconfianza) es mayor o menor.


Los marroquíes se llevan la peor parte,  junto a los negros (y estos sean de donde sean), después los sudamericanos, y (casi) se libran los ciudadanos del este; rumanos, búlgaros, eslovacos, etc., que por su similitud con nosotros en cuanto a color de piel, y costumbres, algunos se salvan de la quema de la discriminación y xenofobia que recorre la comarca.

 

La cosa cambia, y lógicamente no nos importa si son italianos, franceses, ingleses, alemanes, holandeses, o cualquiera de los países que suenan bien a nuestros oídos, y que consideramos “europeos de verdad”, y que por este motivo, tienen todo el derecho del mundo a venir y hacer lo que quieran y más, que para eso nos dejan su dinero contante y sonante.

 

Y después  pedimos con la boca grande que todas las personas deben tener los mismos derechos y las mismas oportunidades, y nadie se considera racista, y todo es perfecto en la convivencia con los extranjeros.


¿Qué estamos ofreciendo  a cambio en realidad?


No queremos que nuestros hijos, jueguen con moros (como les llamamos de forma despectiva), ni negros, ni “sudacas”, ni que se junten con esos hijos de esos rumanos que dicen que no son de fiar, y de gitanos hoy no hablaremos.


Parece mentira, pero es necesario recordar, que vivimos en una comarca multicultural, en donde todos tenemos cabida, y donde todos debemos empezar a trabajar para construir este nuevo siglo.

 

Nuestro futuro depende del ahora, y somos nosotros el espejo en que nuestros hijos se han de mirar.


Dejemos a nuestros hijos, la mayor de las herencias: La riqueza y el conocimiento  de todas las culturas que conviven a nuestro alrededor.

 

¡Rompamos con la xenofobia!

 

Y como siempre digo: Esto, no es más que una reflexión en voz alta.

 

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