
Los monstruos valencianos vs. los vampiros y zombis de Halloween
La identidad valenciana, tan rica a todos los niveles, no podía ser menos en torno a la festividad de Todos los Santos en la que también posee su pequeño y propio universo que nada tiene que envidiar al popular anglosajón Halloween. Marcada, lógicamente, por la idiosincrasia cristiana; en la Comunitat han sabido coexistir las tradiciones católicas y populares manifestadas en costumbres como la de visitar los cementerios y embellecer los sepulcros de las personas queridas, con leyendas folclóricas y una rica gastronomía.
Para abordar la festividad de Todos los Santos hay que hacerlo, primero, desde la tradición cristiana. Cada 1 de noviembre, la Iglesia Católica dedica su plegaria a todas las personas difuntas. Su origen se remonta al año 303 durante la persecución iniciada por el emperador Diocleciano contra todas aquellas personas que se declarasen cristianas. Esto supuso muchas muertes y con el fin de venerarlas a todas ellas, se decidió asignar un día para su recuerdo. Por eso, el 1 de noviembre es común celebrar la eucaristía en los cementerios.
La finalidad cristiana de esta fecha no es recordar con tristeza a los seres queridos fallecidos. Es mantener viva su memoria, su personalidad y la importancia que tuvieron en vida. Por eso se engalanan sus tumbas con flores como un símbolo de vida y del delicado tesoro que éstas suponen en la naturaleza.
La fiesta de Halloween se ha convertido en un conglomerado de personajes y simbología en la que tiene cabida todo aquello que pueda ser catalogado de espeluznante, macabro o siniestro. Ni los zombis ni los vampiros son propios de la original festividad anglosajona, pero tienen cabida porque pertenecen al universo literario y cinematográfico del terror.
Mucho antes de que los muertos “resucitaran” por estas fechas con el fin de “atemorizar a los vivos”, ya existía todo un imaginario valenciano terrorífico. Sin embargo, hay que entender que estas historias surgen en un contexto propicio para ello y con una razón de ser específica. Cuando los días comenzaban a acortarse y anochecía antes, la gente abandona más pronto su trabajo en el campo y regresaba a sus hogares donde, a la luz de la lumbre y realizando sus labores cotidianas, se entretenía contando historias. Eran un recurso fácil para pasar el tiempo y, lógicamente, las historias de fantasmas al anochecer en el marco de la inminente celebración de Todos los Santos, las más entretenidas.
Además, hay que entender que los relatos de este tipo, tienen una segunda intencionalidad además de la de entretener: Cohibir a los niños y niñas para que no actuaran con maldad y protegerles de los peligros que pueden encontrarse fuera de la seguridad del hogar. De ahí que la razón de ser de casi todos los llamados monstres valencians sea la misma. Estos relatos sufren variaciones a lo largo y ancho de la Comunitat y cada comarca ha adaptado sus características, variado sus nombres y hasta alterado sus oscuras intenciones para hacerlos más creíbles dentro de la idiosincrasia de cada pueblo o zona.
Así surge, por ejemplo, el Pare Llop, uno de los muchos nombres que recibe el hombre del saco valenciano. Se trata de un hombre corpulento y desarrapado que deambula por los pueblos llevándose a los niños y niñas que están solos por las calles ya que no puede entrar en los hogares. Similar a éste está el Saginer, un personaje creado para alertar a los más pequeños de que no deben hablar con desconocidos porque, de hacerlo, éste se los llevará y utilizará la grasa de sus cuerpos para realizar cremas y jabones.
Si Pare Llop servía para asustar a los que siempre estaban en la calle, el Butoni lo es para los que están demasiado tiempo en sus casas haciendo travesuras. Es uno de los más populares y agresivos. Se desconoce su apariencia física ya que se describe como un demonio, monstruo con cuernos y garras, un ser peludo o una bestia terrorífica. Los niños y niñas que lo temen y se portan bien nunca lo verán, pero aquellos que no creen en él y hacen trastadas, serán raptados dada su habilidad de colarse por las cerraduras de las puertas.
Los Queixalets son criaturas humanoides con rasgos aterradores que pueden presentarse con apariencia de bebé, un hombre adulto o una anciana, siendo esta última la más espeluznante y común. La anciana es alta, delgada, va vestida de luto y lleva un pañuelo que le cubre parcialmente el rostro. Tienen unos dientes enormes, similares a los colmillos de un jabalí, sus manos son largas y huesudas y sus pies, patas de gallina de gran tamaño. Aparece en los lavaderos por las noches lavando su ropa de noche y si alguien entra en contacto con ella o comenta algún aspecto de su dentadura, responde con una voz aterradora mostrando sus espantosos dientes.
L’Home dels Nassos es, aparentemente un hombre que siempre va vestido con una harapienta gabardina, una bufanda hecha de retales y un sombrero de copa. No es para menos, pues debe ocultar su monstruosidad ya que tiene cubierto el cuerpo con tantas narices como días tiene el año. Es decir, comienza cada 1 de enero con 365 narices en su cuerpo y finaliza el año quedándole una Nunca se deja ver, a excepción del último día del año, que aprovecha para hacer todo lo que tiene pendiente y recorre los pueblos y ciudades sin miedo a ser reconocido.
La Quarantamaula es una bestia fantástica, hija del demonio, con capacidad para cambiar físicamente en función del paraje donde se encuentre. Puede parecer una gata malévola, un simple caracol o una bestia de tamaño colosal con grandes garras, mitad gallina mitad humanoide. Se esconde por los cañaverales y riberas de los ríos y le gusta deambular por los tejados de las casas buscando a personas inconscientes y distraídas que puedan ser víctimas de su maldad.
Otra bestia, popular también en la festividad del Corpus en Valencia, es la Tarasca. Se describe como un dragón con seis patas cortas de oso, cuerpo de buey, el caparazón de una inmensa tortuga a su espalda y una cola repleta de escamas que culminan en el aguijón de un escorpión. Su cabeza es la de un león con orejas de caballo y colmillos. Es la representación del Diablo y su origen está en la leyenda del dragón que fue vencido por Santa Marta (hermana de Lázaro, amigo de Jesucristo) en la ciudad francesa de Tarascón.
Las Bubotas (tradicionalmente en Xàbia, Buberotes o en Teulada Moraira, Bumberota) son seres de apariencia traslúcida, cubiertos por telas vaporosas que levitan por el aire asustando a los vivos en lugares sombríos como son los cementerios. En algunas comarcas son fantasmas que acosan a los niños y niñas desobedientes y, en otras, asustan a todo tipo de personas provocándoles incluso la muerte.
En el imaginario valenciano también existen los duendes que, tradicionalmente, son espíritus ligados a un hogar y una familia. Representan a antepasados fallecidos que, con un toque travieso (les gusta encender luces y cambiar objetos de sitio para hacer ver que siguen presentes), protegen la vivienda el campo y velan por sus descendientes. A veces, son almas que no encuentran descanso por sus pecados y causan molestias en el mundo de los vivos.
Por supuesto, en los cuentos y leyendas valencianas también abundan los dragones, las brujas (buenas y malas) y hasta los gigantes como el Tombatossals. Estos son sólo algunos de los muchos personajes que abundan en el imaginario de los conocidos como monstres valencians que, desde hace unos años, luchan por mantener su vigencia frente a los arquetípicos protagonistas de Halloween. Los también llamados espantacriatures valencians forman parte de la memoria oral de las personas mayores fruto de la cultura popular y, por ende, si no se cuida su transmisión, pueden caer en el olvido contribuyendo a una pérdida de la identidad propia valenciana.
En 2016, El ETNO, el Museu Valencià d’Etnologia, inició el proyecto Espanta la por! Per Tots Sants, monstres valencians! para divulgar entre los escolares el universo oral propio de la Comunitat típico de esta época del año. Para ello, creó un completo material audiovisual, gráfico y escrito para incentivar el conocimiento y aprendizaje de esta tradición en escuelas y familias. Dicho material se actualiza cada año y supone una buena forma de mantener vivo parte del legado cultural que caracteriza a la Comunitat. A día de hoy también existen numerosos cuentos ilustrados que recuperan la tradición de estos personajes y han surgido actividades de animación lectora y teatro de calle que profundiza en este universo autóctono.
La identidad valenciana, tan rica a todos los niveles, no podía ser menos en torno a la festividad de Todos los Santos en la que también posee su pequeño y propio universo que nada tiene que envidiar al popular anglosajón Halloween. Marcada, lógicamente, por la idiosincrasia cristiana; en la Comunitat han sabido coexistir las tradiciones católicas y populares manifestadas en costumbres como la de visitar los cementerios y embellecer los sepulcros de las personas queridas, con leyendas folclóricas y una rica gastronomía.
Para abordar la festividad de Todos los Santos hay que hacerlo, primero, desde la tradición cristiana. Cada 1 de noviembre, la Iglesia Católica dedica su plegaria a todas las personas difuntas. Su origen se remonta al año 303 durante la persecución iniciada por el emperador Diocleciano contra todas aquellas personas que se declarasen cristianas. Esto supuso muchas muertes y con el fin de venerarlas a todas ellas, se decidió asignar un día para su recuerdo. Por eso, el 1 de noviembre es común celebrar la eucaristía en los cementerios.
La finalidad cristiana de esta fecha no es recordar con tristeza a los seres queridos fallecidos. Es mantener viva su memoria, su personalidad y la importancia que tuvieron en vida. Por eso se engalanan sus tumbas con flores como un símbolo de vida y del delicado tesoro que éstas suponen en la naturaleza.
La fiesta de Halloween se ha convertido en un conglomerado de personajes y simbología en la que tiene cabida todo aquello que pueda ser catalogado de espeluznante, macabro o siniestro. Ni los zombis ni los vampiros son propios de la original festividad anglosajona, pero tienen cabida porque pertenecen al universo literario y cinematográfico del terror.
Mucho antes de que los muertos “resucitaran” por estas fechas con el fin de “atemorizar a los vivos”, ya existía todo un imaginario valenciano terrorífico. Sin embargo, hay que entender que estas historias surgen en un contexto propicio para ello y con una razón de ser específica. Cuando los días comenzaban a acortarse y anochecía antes, la gente abandona más pronto su trabajo en el campo y regresaba a sus hogares donde, a la luz de la lumbre y realizando sus labores cotidianas, se entretenía contando historias. Eran un recurso fácil para pasar el tiempo y, lógicamente, las historias de fantasmas al anochecer en el marco de la inminente celebración de Todos los Santos, las más entretenidas.
Además, hay que entender que los relatos de este tipo, tienen una segunda intencionalidad además de la de entretener: Cohibir a los niños y niñas para que no actuaran con maldad y protegerles de los peligros que pueden encontrarse fuera de la seguridad del hogar. De ahí que la razón de ser de casi todos los llamados monstres valencians sea la misma. Estos relatos sufren variaciones a lo largo y ancho de la Comunitat y cada comarca ha adaptado sus características, variado sus nombres y hasta alterado sus oscuras intenciones para hacerlos más creíbles dentro de la idiosincrasia de cada pueblo o zona.
Así surge, por ejemplo, el Pare Llop, uno de los muchos nombres que recibe el hombre del saco valenciano. Se trata de un hombre corpulento y desarrapado que deambula por los pueblos llevándose a los niños y niñas que están solos por las calles ya que no puede entrar en los hogares. Similar a éste está el Saginer, un personaje creado para alertar a los más pequeños de que no deben hablar con desconocidos porque, de hacerlo, éste se los llevará y utilizará la grasa de sus cuerpos para realizar cremas y jabones.
Si Pare Llop servía para asustar a los que siempre estaban en la calle, el Butoni lo es para los que están demasiado tiempo en sus casas haciendo travesuras. Es uno de los más populares y agresivos. Se desconoce su apariencia física ya que se describe como un demonio, monstruo con cuernos y garras, un ser peludo o una bestia terrorífica. Los niños y niñas que lo temen y se portan bien nunca lo verán, pero aquellos que no creen en él y hacen trastadas, serán raptados dada su habilidad de colarse por las cerraduras de las puertas.
Los Queixalets son criaturas humanoides con rasgos aterradores que pueden presentarse con apariencia de bebé, un hombre adulto o una anciana, siendo esta última la más espeluznante y común. La anciana es alta, delgada, va vestida de luto y lleva un pañuelo que le cubre parcialmente el rostro. Tienen unos dientes enormes, similares a los colmillos de un jabalí, sus manos son largas y huesudas y sus pies, patas de gallina de gran tamaño. Aparece en los lavaderos por las noches lavando su ropa de noche y si alguien entra en contacto con ella o comenta algún aspecto de su dentadura, responde con una voz aterradora mostrando sus espantosos dientes.
L’Home dels Nassos es, aparentemente un hombre que siempre va vestido con una harapienta gabardina, una bufanda hecha de retales y un sombrero de copa. No es para menos, pues debe ocultar su monstruosidad ya que tiene cubierto el cuerpo con tantas narices como días tiene el año. Es decir, comienza cada 1 de enero con 365 narices en su cuerpo y finaliza el año quedándole una Nunca se deja ver, a excepción del último día del año, que aprovecha para hacer todo lo que tiene pendiente y recorre los pueblos y ciudades sin miedo a ser reconocido.
La Quarantamaula es una bestia fantástica, hija del demonio, con capacidad para cambiar físicamente en función del paraje donde se encuentre. Puede parecer una gata malévola, un simple caracol o una bestia de tamaño colosal con grandes garras, mitad gallina mitad humanoide. Se esconde por los cañaverales y riberas de los ríos y le gusta deambular por los tejados de las casas buscando a personas inconscientes y distraídas que puedan ser víctimas de su maldad.
Otra bestia, popular también en la festividad del Corpus en Valencia, es la Tarasca. Se describe como un dragón con seis patas cortas de oso, cuerpo de buey, el caparazón de una inmensa tortuga a su espalda y una cola repleta de escamas que culminan en el aguijón de un escorpión. Su cabeza es la de un león con orejas de caballo y colmillos. Es la representación del Diablo y su origen está en la leyenda del dragón que fue vencido por Santa Marta (hermana de Lázaro, amigo de Jesucristo) en la ciudad francesa de Tarascón.
Las Bubotas (tradicionalmente en Xàbia, Buberotes o en Teulada Moraira, Bumberota) son seres de apariencia traslúcida, cubiertos por telas vaporosas que levitan por el aire asustando a los vivos en lugares sombríos como son los cementerios. En algunas comarcas son fantasmas que acosan a los niños y niñas desobedientes y, en otras, asustan a todo tipo de personas provocándoles incluso la muerte.
En el imaginario valenciano también existen los duendes que, tradicionalmente, son espíritus ligados a un hogar y una familia. Representan a antepasados fallecidos que, con un toque travieso (les gusta encender luces y cambiar objetos de sitio para hacer ver que siguen presentes), protegen la vivienda el campo y velan por sus descendientes. A veces, son almas que no encuentran descanso por sus pecados y causan molestias en el mundo de los vivos.
Por supuesto, en los cuentos y leyendas valencianas también abundan los dragones, las brujas (buenas y malas) y hasta los gigantes como el Tombatossals. Estos son sólo algunos de los muchos personajes que abundan en el imaginario de los conocidos como monstres valencians que, desde hace unos años, luchan por mantener su vigencia frente a los arquetípicos protagonistas de Halloween. Los también llamados espantacriatures valencians forman parte de la memoria oral de las personas mayores fruto de la cultura popular y, por ende, si no se cuida su transmisión, pueden caer en el olvido contribuyendo a una pérdida de la identidad propia valenciana.
En 2016, El ETNO, el Museu Valencià d’Etnologia, inició el proyecto Espanta la por! Per Tots Sants, monstres valencians! para divulgar entre los escolares el universo oral propio de la Comunitat típico de esta época del año. Para ello, creó un completo material audiovisual, gráfico y escrito para incentivar el conocimiento y aprendizaje de esta tradición en escuelas y familias. Dicho material se actualiza cada año y supone una buena forma de mantener vivo parte del legado cultural que caracteriza a la Comunitat. A día de hoy también existen numerosos cuentos ilustrados que recuperan la tradición de estos personajes y han surgido actividades de animación lectora y teatro de calle que profundiza en este universo autóctono.
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