Tradición y pasión: Jaume Soliveres y Cati Argudo mantienen viva la apicultura en la Marina Alta
Jaume Soliveres y Cati Argudo, vecinos de Senija, forman el binomio perfecto de una dulce tradición. Unidos no solo por su matrimonio sino también por su amor compartido hacia la apicultura, ambos cuidan con esmero el centenar de colmenas que trasladan según la época del año a distintos puntos de la Marina Alta.
Jaume, con raíces que se hunden profundamente en este arte ancestral, lleva la apicultura en la sangre. Heredero de un legado familiar que se remonta a generaciones, ha convertido esta artesanal labor en su propia pasión. "El abuelo y el padre de Jaume ya andaban entre colmenas", cuenta Cati, reflejando el profundo respeto que siente por la tradición que su esposo ha continuado y que, en el presente, ambos comparten.
La pareja encuentra una alegría particular en compartir el fruto de su labor con aquellos que aprecian la esencia pura de la naturaleza. "Nuestra miel va directamente de la colmena a las manos de quienes saben valorarla", pone de manifiesto Cati, subrayando la importancia de la cercanía con sus clientes, una relación que se ha construido sobre la confianza y el aprecio mutuo.
Más allá de su valor comercial, Jaume y Cati son plenamente conscientes del papel vital que juegan las abejas en nuestro ecosistema. "Las abejas son mucho más que productoras de miel", señala Jaume, destacando la conexión entre nuestra supervivencia y la de estas incansables trabajadoras. La pareja está al tanto de la frágil cadena que nos une a estos pequeños seres, una relación que va más allá de lo que muchos podrían imaginar.
Con cada visita a sus colmenas, Jaume se sumerge en un mundo de cuidado meticuloso y observación, asegurándose de que a sus abejas no les falte de nada. Cada colmena, con sus miles de obreras, zánganos y por supuesto la reina, recibe una atención exquisita, ajustándose a sus necesidades específicas para mantener el equilibrio de este pequeño universo.
La diversidad de paisajes de la Marina Alta ofrece a las abejas de Jaume y Cati un festín de nectares variados, desde el dulce aroma del azahar en el Montgó hasta el rico bouquet de romero, tomillo y otras muchas flores en Benissa. "Cada cambio de estación nos lleva a un nuevo paisaje, una nueva aventura", explica Jaume, revelando la danza constante con la naturaleza que define su trabajo.
A veces, ser apicultor también significa ser un héroe inesperado, como las muchas ocasiones en las que Jaume asiste a bomberos y autoridades para manejar una situación de emergencia como bien pudiera ser, la del cauteloso manejo de esos enjambres que en ocasiones aparecen en espacios inesperados. Estos momentos, llenos de desafíos y sorpresas, son parte integral de la vida de un apicultor, una vida que Jaume y Cati abrazan con valentía y por qué no, con humor. A ellos también les pican las abejas.
Conscientes de los desafíos que el cambio climático y la degradación ambiental imponen sobre su oficio, Jaume y Cati miran hacia el futuro con una mezcla de realismo y esperanza. "La apicultura enfrenta amenazas, es cierto", admite Jaume. "Pero creemos firmemente en la capacidad de la naturaleza para adaptarse y superar este cambio climático que nos afecta", concluye con optimismo.

Jaume Soliveres y Cati Argudo, vecinos de Senija, forman el binomio perfecto de una dulce tradición. Unidos no solo por su matrimonio sino también por su amor compartido hacia la apicultura, ambos cuidan con esmero el centenar de colmenas que trasladan según la época del año a distintos puntos de la Marina Alta.
Jaume, con raíces que se hunden profundamente en este arte ancestral, lleva la apicultura en la sangre. Heredero de un legado familiar que se remonta a generaciones, ha convertido esta artesanal labor en su propia pasión. "El abuelo y el padre de Jaume ya andaban entre colmenas", cuenta Cati, reflejando el profundo respeto que siente por la tradición que su esposo ha continuado y que, en el presente, ambos comparten.
La pareja encuentra una alegría particular en compartir el fruto de su labor con aquellos que aprecian la esencia pura de la naturaleza. "Nuestra miel va directamente de la colmena a las manos de quienes saben valorarla", pone de manifiesto Cati, subrayando la importancia de la cercanía con sus clientes, una relación que se ha construido sobre la confianza y el aprecio mutuo.
Más allá de su valor comercial, Jaume y Cati son plenamente conscientes del papel vital que juegan las abejas en nuestro ecosistema. "Las abejas son mucho más que productoras de miel", señala Jaume, destacando la conexión entre nuestra supervivencia y la de estas incansables trabajadoras. La pareja está al tanto de la frágil cadena que nos une a estos pequeños seres, una relación que va más allá de lo que muchos podrían imaginar.
Con cada visita a sus colmenas, Jaume se sumerge en un mundo de cuidado meticuloso y observación, asegurándose de que a sus abejas no les falte de nada. Cada colmena, con sus miles de obreras, zánganos y por supuesto la reina, recibe una atención exquisita, ajustándose a sus necesidades específicas para mantener el equilibrio de este pequeño universo.
La diversidad de paisajes de la Marina Alta ofrece a las abejas de Jaume y Cati un festín de nectares variados, desde el dulce aroma del azahar en el Montgó hasta el rico bouquet de romero, tomillo y otras muchas flores en Benissa. "Cada cambio de estación nos lleva a un nuevo paisaje, una nueva aventura", explica Jaume, revelando la danza constante con la naturaleza que define su trabajo.
A veces, ser apicultor también significa ser un héroe inesperado, como las muchas ocasiones en las que Jaume asiste a bomberos y autoridades para manejar una situación de emergencia como bien pudiera ser, la del cauteloso manejo de esos enjambres que en ocasiones aparecen en espacios inesperados. Estos momentos, llenos de desafíos y sorpresas, son parte integral de la vida de un apicultor, una vida que Jaume y Cati abrazan con valentía y por qué no, con humor. A ellos también les pican las abejas.
Conscientes de los desafíos que el cambio climático y la degradación ambiental imponen sobre su oficio, Jaume y Cati miran hacia el futuro con una mezcla de realismo y esperanza. "La apicultura enfrenta amenazas, es cierto", admite Jaume. "Pero creemos firmemente en la capacidad de la naturaleza para adaptarse y superar este cambio climático que nos afecta", concluye con optimismo.
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