Tras dos años sin ocio nocturno en Benissa, los jóvenes siguen a la espera de que se estimule la creación de la zona de ocio municipal.
Luces de discoteca en el campo
H
ace dos años, en Benissa cerró La Farola, el último pub del pueblo.
Desde entonces, el panorama ha cambiado desoladoramente. Acostumbrado a ser un
pueblo fantasma en verano por el atractivo de la playa –no tan próxima como se
desearía-, en Benissa se han
cambiado los fines de semana de invierno, en los
que el pueblo rejuvenecía con la presencia de jóvenes de toda la comarca, por
tardes de sábado con las cafeterías vacías y la gente en otros pueblos. Ya nada
ofrece Benissa a esa gente joven, y no tan joven, a la que le gusta disfrutar
de una copa con sus amigos. Ya nada ofrecen las noches de un pueblo que podría
ofrecer mucho, como en otras épocas hizo. Y eso repercute, y mucho, en la
economía del pueblo, en su vida.
Benissa es un pueblo costero de
la Marina Alta que depende, en gran medida, del turismo. Por ello, sería de
esperar que, al conocerse que su población es cada vez más vieja, se
emprendiesen proyectos que atrajesen a nuevas generaciones e impulsaran la
actividad económica. Sin embargo, la realidad no es siempre como se espera, y
el pueblo cada vez está más apagado.
La falta de pubs
en el pueblo repercute en la economía y el desarrollo del municipio
Desde el Ayuntamiento lanzan proyectos de ocio, deportivos, culturales
y gastronómicos para intentar mantener el encanto del pueblo. Pero no es
suficiente. No lo es porque hay algo a lo que se le está dando la espalda desde
hace demasiado tiempo: el ocio nocturno. Hace algo más de dos años, tras
incontables quejas vecinales, se cerraron los únicos pubs que había en el pueblo: La
Farola y El Coyote. Y aunque podría
parecer irrelevante que cerrasen dos pequeños locales de copas, esto significa
mucho. Significa que la gente irá a otro pueblo por las noches, y será en ese
otro pueblo en el que cene antes de entrar a tomarse unas copas en el pub de al lado. Significa que todos los
que venían de los pueblos de alrededor a bailar y consumir en Benissa, ya no
pararán en el pueblo. Significa, a fin de cuentas, pérdidas económicas, sin
olvidar el riesgo que supone a los jóvenes del pueblo tener que coger el coche
para ir a algún pub… Por eso,
mediante las redes sociales, chicos y chicas de entre 15 y 35 años llevan
tiempo exigiendo una solución real. Una solución que permita revitalizar la
actividad económica hostelera y evitar accidentes de tráfico y, de paso,
permitir a los jóvenes salir a divertirse un poco.
La solución no llega y la sensación de abandono aumenta. Aumenta
aunque el Concejal de Juventud de Benissa por el PP, Miquel Cabrera, dice que
hacen cuanto pueden para facilitar salir de fiesta. Sin embargo, añade que “es
difícil y más ahora, con la crisis económica”. Una de las soluciones que se
están barajando es la posibilidad de contratar un autobús nocturno que pase por
distintos pueblos de la zona para permitir a la gente salir y divertirse sin
tener que coger el coche. Esta idea, de momento, es tan solo una propuesta que
están estudiando los alcaldes de los municipios por los que pasaría el autobús:
Benissa, Calpe, Jalón, Teulada y Gata. Estaría muy bien que se llevase a cabo
pero, aún así, no dejaría de ser más que un parche que no resolvería el
problema.
Asimismo, desde el Ayuntamiento consideran que ya han “hecho sus
deberes”, como dice el portavoz del PP, José María Serna. Cuando estaban
abiertos los dos pubs en el casco
urbano, llovían las quejas de los vecinos por el ruido y los destrozos que
hacía la gente que iba a estos locales. El alcalde, Joan Bautista Roselló, hizo
todo lo que pudo -“y más”, recalca Serna- para evitar que cerrasen, pero no fue
posible mantener los pubs en el
pueblo, “sobre todo porque la legislación sobre contaminación acústica es muy
restrictiva”. Así pues, se dejaron de conceder licencias para abrir locales de
este tipo en el casco urbano y, en el Plan General de Ordenación (P.G.O.) de
2003, se determinó qué zona del pueblo era la más adecuada para esta
función.
La zona prevista para locales de ocio es el “Plà de Carrals” y el “Plà de
Bonaire”, en la periferia del pueblo. Se trata de una zona no
residencial, lo suficientemente próxima como para poder ir andando; situada
junto a la carretera que une Benissa con otros pueblos como Jalón y Gata, y a
pocos metros de la N332 y la salida de la autopista. En definitiva, una buena
zona. Así pues, sobre la ubicación no hay quejas y el portavoz del PP dice que,
como entidad pública, hace tiempo que han hecho lo que les correspondía:
“Establecer las bases y herramientas necesarias y facilitar cualquier trámite”.
Ahora, considera Serna, es el turno de las iniciativas privadas y de que
alguien esté dispuesto a invertir en una discoteca o un proyecto mayor en Benissa.
Pero no hay nadie que quiera hacerlo… ¿O sí?
Recapitulemos. La
zona destinada a ocio (a restaurantes, cafeterías, cines, pubs, discotecas, boleras…) está catalogada como tal desde 2003; la
prohibición de abrir nuevos locales nocturnos en el casco urbano, también; el
último pub cerró en 2008 y, mientras
hubo oferta, hubo clientela de sobra, tanto urbana como de los pueblos de las
proximidades. Los propietarios de La
Farola y El Coyote resistieron y
capearon el temporal de quejas y denuncias mientras pudieron, y siempre
estuvieron dispuestos a invertir en trasladarse a donde no molestaran. Además,
algún que otro vecino también presentó proyectos de apertura de discotecas. Así
que, ¿por qué no lo hicieron? “Por falta de capital, por la crisis, por exceso
de riesgo y de inversión, por poca iniciativa…”, eso dicen desde el
Ayuntamiento. Por su parte, el portavoz del CIBE (Ciutadans Independents de
Benissa) y exalcalde del pueblo, Isidoro Mollà, cree que realmente fue “por
falta de voluntad política”.
“Se podría hacer y triunfaría, pero falta voluntad
política”
Y es que, por mucho que
digan, abrir una nueva discoteca (o
trasladar las ya existentes) en la zona elegida en el Plan General, no era
posible: el Ayuntamiento no lo posibilitó. Y a día de hoy, aún no lo ha hecho,
porque “les falta voluntad política”, como dice Isidoro Mollà. La realidad es
que, esa maravillosa zona no es de momento más que un diamante en bruto y, según Isidoro Mollà, el encargado de
pulirlo debería ser el Gobierno local, “como prometieron en las dos últimas
campañas electorales”. La mitad de ese terreno son bancales de propiedad
privada, sin parcelar y sin infraestructura alguna. La otra mitad, aunque
también es de propiedad privada, ya está parcelada y con las infraestructuras básicas,
pero está catalogada bajo unos parámetros que exigen demasiados y muy costosos
requisitos, según considera Mollà. Como por ejemplo un parking subterráneo, de
dudosa necesidad, si se tiene en cuenta que delante se encuentra el
aparcamiento del Colegio Público Manuel Brú y, a pocos metros, el del
polideportivo municipal.
Bajo el punto de vista de Isidoro
Mollà, no basta con dibujar en el mapa en qué terreno iría la zona de ocio, “es
necesaria la gestión directa por parte del Ayuntamiento para propiciar que se
haga realidad”. Este punto de vista lo comparte también el portavoz del PSOE en
Benissa, Vicent Cabrera. Ambos coinciden en que el Gobierno local debería ser
más valiente, arriesgar y apostar por la zona de ocio. No se puede esperar,
aseguran, que una empresa privada asuma todos los gastos; es el Ayuntamiento el
que debe liderar la operación. Pero ¿cómo? Isidoro Mollà, tiene alguna idea.
Pregunta. ¿Realmente no hay nadie que quiera volver a apostar
por el ocio nocturno en Benissa? Respuesta.
El proyecto podría tener éxito y atraería a gente de otras localidades, por lo
que a muchos empresarios sí les interesaría. Si se les hubiese posibilitado,
los propietarios de La Farola y El Coyote, habrían mantenido sus locales
abiertos. Cuando molestaban en el casco urbano, ellos se lo decían a Joan
Bautista: “Dime a dónde y yo me voy”.
P. Pero hay terrenos destinados a convertirse en zona de ocio desde
2003, ¿por qué no se trasladaron? R. Tú
lo has visto, eso no son más que bancales y descampados. ¿Quién se metería ahí?
Es imposible…
P. ¿Y el Ayuntamiento sí que podría? R. El Ayuntamiento tiene medios: puede comprar esos terrenos, o
permutarlos por terrenos públicos. Luego debería urbanizarlos, parcelarlos,
poner alumbrado, alcantarillado, aparcamientos y aceras; y, ya después, debería
ofrecerlos en venta o alquiler y contactar con empresas interesadas para que el
proyecto salga adelante.
P. ¿Con eso sería suficiente? R.
Si se hace bien, sí. Aunque, además, deberían exigir menos requisitos
técnicos y calificar los terrenos de otra manera para que aprovechar el
potencial de esa zona no requiera inversiones tan abrumadoras como las de
ahora. Un vecino del pueblo lo intentó hace unos años: presentó un proyecto
para abrir una discoteca en uno de los terrenos ya parcelados. Era ideal. Pero
le pusieron demasiadas pegas… y al final se tuvo que echar atrás. Deberían
habérselo puesto más fácil.
“¿Gastar dinero público en una discoteca? Ojalá”
Sin embargo, según el Concejal de
Juventud y el portavoz del PP, no hay dinero para que el Ayuntamiento asuma un
gasto que, además, se sale de las competencias del actor público. “¿Gastar
dinero público en una discoteca?- me pregunta JM Serna- Ojalá”. Asimismo,
plantea una cuestión: ¿Por qué se debería invertir en la apertura de un pub pero no en la de cualquier otro
negocio? ¿Por qué sería justo que se ayudase al dueño de una discoteca pero no
al de una clínica podológica, por ejemplo? “No se puede decidir arbitrariamente
a quién se subvenciona y a quién no. Además, estamos en crisis y los
presupuestos están ajustadísimos: no se puede recortar por ningún lado, ni
subir los impuestos, y menos para invertir en cubatas; ya hacemos más de lo que
podemos”.
Pero esta explicación no termina
de convencer a la sociedad. La crisis está desde hace dos años, mientras que la
necesidad de que esos terrenos estén listos para los pubs existe desde 1999. Por otra parte, esto, como todo, es
cuestión de prioridades. Si se ve como una inversión en cubatas, ningún plan de
presupuestos lo contemplaría. Pero no se trata de música, luces y alcohol, se
trata de ofrecer un servicio a los ciudadanos del pueblo y de los municipios
aledaños; se trata de posibilitar que se consuma en los locales y restaurantes
de Benissa; consiste, a fin de cuentas, en apostar porque el pueblo siga
creciendo. Y, esto, para miles de habitantes del pueblo, entre ellos Isidoro
Mollà, es “completamente prioritario” por delante de otros proyectos que, según
su opinión, “están bien, pero pueden esperar”. Proyectos como la creación de
museos en los que se invierten millones de euros, o la peatonalización del Carrer La Puríssima y el Carrer San Nicolás (casi 300.000€). Un
gasto -este último- innecesario, según Vicent Cabrera, que coincide en que es
mejor invertir en nuevos proyectos que en “ir rehaciendo cosas secundarias”.
No es solo un capricho de la juventud, es necesario
para reavivar la actividad económica y el atractivo turístico del pueblo: la
fiesta vende
Aún así, parece que no importa.
Da igual si no hay ningún sitio abierto a partir de medianoche. Quien no quiera
irse a casa como Cenicienta, siempre puede optar por ir a Jalón, un pueblo
bastante más pequeño que Benissa; sin mucho más atractivo que una cooperativa
de vino, pero en el que se sabe que la fiesta da dinero y revitaliza el pueblo.
Así, mientras gente de toda la comarca podría haber seguido yendo a La Farola, El Coyote o cualquier otro
local que se hubiese montado a tiempo –con ayuda del Ayuntamiento- en esos
maravillosos barrancos que hay reservados… Ahora todos van a un local de Jalón,
El Tallarina (¡que ni su propio dueño
sabe cómo tiene tanto éxito!). Y los que no van ahí, cansados de las
muchedumbres, optan por ir a pueblos aún más alejados de su casa, como Ondara,
Calpe, Gata o Pego.
Y cuando un domingo por la tarde,
media Benissa vuelva a estar en El
Tallarina y las cafeterías de la plaza del pueblo vuelvan a estar vacías,
los hosteleros y los jóvenes se preguntarán “¿De verdad que no se puede hacer
nada?”. Y la respuesta, aunque estemos aburridos de escuchar que no, es: “Sí,
se podría hacer. Y mucho”.
Se podría ceder un terreno
público, como sugiere el portavoz del PSOE; o bien se podrían permutar los de
la “zona de ocio”, dejarlos preparaditos y venderlos o alquilarlos por
parcelas, como ve lógico el portavoz del CIBE; o incluso se podrían calificar
de otra manera los que ya están parcelados... Soluciones, hay. ¿Y dinero?
Dicen que no, que no se van a
subir los impuestos para crear discotecas y restaurantes. Pero muchos se
preguntarán si realmente no es posible, sobre todo teniendo en cuenta que el
alcalde de Benissa cobra alrededor de 98.000€ al año (más que el presidente del
Gobierno), y que hay seis concejales con dedicación exclusiva y doce cargos de
confianza que cobran, en total, sobre 600.000€ anuales…, según asegura el
portavoz del CIBE. Suena a falta de
voluntad y de valor que no se puedan reducir esos elevadísimos sueldos para
propiciar que se creen negocios, empleo, actividad económica, atractivo
turístico, y un motivo para que la gente joven no piense que vive en un pueblo
que cada día está más apagado.
Mientras tanto, habrá que esperar
a que la situación sea insostenible y el Ayuntamiento vea que debe actuar; o
tal vez a que las elecciones consigan que alguien se comprometa a hacer algo
efectivo; o quizá a que algún
emprendedor se esmere en elaborar y presentar un buen proyecto… Hasta entonces
seguiremos esperando, en El Tallarina,
a que nuestros bancales se iluminen debidamente.
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H |
ace dos años, en Benissa cerró La Farola, el último pub del pueblo.
Desde entonces, el panorama ha cambiado desoladoramente. Acostumbrado a ser un
pueblo fantasma en verano por el atractivo de la playa –no tan próxima como se
desearía-, en Benissa se han
cambiado los fines de semana de invierno, en los
que el pueblo rejuvenecía con la presencia de jóvenes de toda la comarca, por
tardes de sábado con las cafeterías vacías y la gente en otros pueblos. Ya nada
ofrece Benissa a esa gente joven, y no tan joven, a la que le gusta disfrutar
de una copa con sus amigos. Ya nada ofrecen las noches de un pueblo que podría
ofrecer mucho, como en otras épocas hizo. Y eso repercute, y mucho, en la
economía del pueblo, en su vida.
Benissa es un pueblo costero de la Marina Alta que depende, en gran medida, del turismo. Por ello, sería de esperar que, al conocerse que su población es cada vez más vieja, se emprendiesen proyectos que atrajesen a nuevas generaciones e impulsaran la actividad económica. Sin embargo, la realidad no es siempre como se espera, y el pueblo cada vez está más apagado.
La falta de pubs en el pueblo repercute en la economía y el desarrollo del municipio
Desde el Ayuntamiento lanzan proyectos de ocio, deportivos, culturales y gastronómicos para intentar mantener el encanto del pueblo. Pero no es suficiente. No lo es porque hay algo a lo que se le está dando la espalda desde hace demasiado tiempo: el ocio nocturno. Hace algo más de dos años, tras incontables quejas vecinales, se cerraron los únicos pubs que había en el pueblo: La Farola y El Coyote. Y aunque podría parecer irrelevante que cerrasen dos pequeños locales de copas, esto significa mucho. Significa que la gente irá a otro pueblo por las noches, y será en ese otro pueblo en el que cene antes de entrar a tomarse unas copas en el pub de al lado. Significa que todos los que venían de los pueblos de alrededor a bailar y consumir en Benissa, ya no pararán en el pueblo. Significa, a fin de cuentas, pérdidas económicas, sin olvidar el riesgo que supone a los jóvenes del pueblo tener que coger el coche para ir a algún pub… Por eso, mediante las redes sociales, chicos y chicas de entre 15 y 35 años llevan tiempo exigiendo una solución real. Una solución que permita revitalizar la actividad económica hostelera y evitar accidentes de tráfico y, de paso, permitir a los jóvenes salir a divertirse un poco.
La solución no llega y la sensación de abandono aumenta. Aumenta aunque el Concejal de Juventud de Benissa por el PP, Miquel Cabrera, dice que hacen cuanto pueden para facilitar salir de fiesta. Sin embargo, añade que “es difícil y más ahora, con la crisis económica”. Una de las soluciones que se están barajando es la posibilidad de contratar un autobús nocturno que pase por distintos pueblos de la zona para permitir a la gente salir y divertirse sin tener que coger el coche. Esta idea, de momento, es tan solo una propuesta que están estudiando los alcaldes de los municipios por los que pasaría el autobús: Benissa, Calpe, Jalón, Teulada y Gata. Estaría muy bien que se llevase a cabo pero, aún así, no dejaría de ser más que un parche que no resolvería el problema.
Asimismo, desde el Ayuntamiento consideran que ya han “hecho sus deberes”, como dice el portavoz del PP, José María Serna. Cuando estaban abiertos los dos pubs en el casco urbano, llovían las quejas de los vecinos por el ruido y los destrozos que hacía la gente que iba a estos locales. El alcalde, Joan Bautista Roselló, hizo todo lo que pudo -“y más”, recalca Serna- para evitar que cerrasen, pero no fue posible mantener los pubs en el pueblo, “sobre todo porque la legislación sobre contaminación acústica es muy restrictiva”. Así pues, se dejaron de conceder licencias para abrir locales de este tipo en el casco urbano y, en el Plan General de Ordenación (P.G.O.) de 2003, se determinó qué zona del pueblo era la más adecuada para esta función.
La zona prevista para locales de ocio es el “Plà de Carrals” y el “Plà de Bonaire”, en la periferia del pueblo. Se trata de una zona no residencial, lo suficientemente próxima como para poder ir andando; situada junto a la carretera que une Benissa con otros pueblos como Jalón y Gata, y a pocos metros de la N332 y la salida de la autopista. En definitiva, una buena zona. Así pues, sobre la ubicación no hay quejas y el portavoz del PP dice que, como entidad pública, hace tiempo que han hecho lo que les correspondía: “Establecer las bases y herramientas necesarias y facilitar cualquier trámite”. Ahora, considera Serna, es el turno de las iniciativas privadas y de que alguien esté dispuesto a invertir en una discoteca o un proyecto mayor en Benissa. Pero no hay nadie que quiera hacerlo… ¿O sí?
Recapitulemos. La zona destinada a ocio (a restaurantes, cafeterías, cines, pubs, discotecas, boleras…) está catalogada como tal desde 2003; la prohibición de abrir nuevos locales nocturnos en el casco urbano, también; el último pub cerró en 2008 y, mientras hubo oferta, hubo clientela de sobra, tanto urbana como de los pueblos de las proximidades. Los propietarios de La Farola y El Coyote resistieron y capearon el temporal de quejas y denuncias mientras pudieron, y siempre estuvieron dispuestos a invertir en trasladarse a donde no molestaran. Además, algún que otro vecino también presentó proyectos de apertura de discotecas. Así que, ¿por qué no lo hicieron? “Por falta de capital, por la crisis, por exceso de riesgo y de inversión, por poca iniciativa…”, eso dicen desde el Ayuntamiento. Por su parte, el portavoz del CIBE (Ciutadans Independents de Benissa) y exalcalde del pueblo, Isidoro Mollà, cree que realmente fue “por falta de voluntad política”.
“Se podría hacer y triunfaría, pero falta voluntad política”
Y es que, por mucho que digan, abrir una nueva discoteca (o trasladar las ya existentes) en la zona elegida en el Plan General, no era posible: el Ayuntamiento no lo posibilitó. Y a día de hoy, aún no lo ha hecho, porque “les falta voluntad política”, como dice Isidoro Mollà. La realidad es que, esa maravillosa zona no es de momento más que un diamante en bruto y, según Isidoro Mollà, el encargado de pulirlo debería ser el Gobierno local, “como prometieron en las dos últimas campañas electorales”. La mitad de ese terreno son bancales de propiedad privada, sin parcelar y sin infraestructura alguna. La otra mitad, aunque también es de propiedad privada, ya está parcelada y con las infraestructuras básicas, pero está catalogada bajo unos parámetros que exigen demasiados y muy costosos requisitos, según considera Mollà. Como por ejemplo un parking subterráneo, de dudosa necesidad, si se tiene en cuenta que delante se encuentra el aparcamiento del Colegio Público Manuel Brú y, a pocos metros, el del polideportivo municipal.
Bajo el punto de vista de Isidoro Mollà, no basta con dibujar en el mapa en qué terreno iría la zona de ocio, “es necesaria la gestión directa por parte del Ayuntamiento para propiciar que se haga realidad”. Este punto de vista lo comparte también el portavoz del PSOE en Benissa, Vicent Cabrera. Ambos coinciden en que el Gobierno local debería ser más valiente, arriesgar y apostar por la zona de ocio. No se puede esperar, aseguran, que una empresa privada asuma todos los gastos; es el Ayuntamiento el que debe liderar la operación. Pero ¿cómo? Isidoro Mollà, tiene alguna idea.
Pregunta. ¿Realmente no hay nadie que quiera volver a apostar por el ocio nocturno en Benissa? Respuesta. El proyecto podría tener éxito y atraería a gente de otras localidades, por lo que a muchos empresarios sí les interesaría. Si se les hubiese posibilitado, los propietarios de La Farola y El Coyote, habrían mantenido sus locales abiertos. Cuando molestaban en el casco urbano, ellos se lo decían a Joan Bautista: “Dime a dónde y yo me voy”.
P. Pero hay terrenos destinados a convertirse en zona de ocio desde 2003, ¿por qué no se trasladaron? R. Tú lo has visto, eso no son más que bancales y descampados. ¿Quién se metería ahí? Es imposible…
P. ¿Y el Ayuntamiento sí que podría? R. El Ayuntamiento tiene medios: puede comprar esos terrenos, o permutarlos por terrenos públicos. Luego debería urbanizarlos, parcelarlos, poner alumbrado, alcantarillado, aparcamientos y aceras; y, ya después, debería ofrecerlos en venta o alquiler y contactar con empresas interesadas para que el proyecto salga adelante.
P. ¿Con eso sería suficiente? R. Si se hace bien, sí. Aunque, además, deberían exigir menos requisitos técnicos y calificar los terrenos de otra manera para que aprovechar el potencial de esa zona no requiera inversiones tan abrumadoras como las de ahora. Un vecino del pueblo lo intentó hace unos años: presentó un proyecto para abrir una discoteca en uno de los terrenos ya parcelados. Era ideal. Pero le pusieron demasiadas pegas… y al final se tuvo que echar atrás. Deberían habérselo puesto más fácil.
“¿Gastar dinero público en una discoteca? Ojalá”
Sin embargo, según el Concejal de Juventud y el portavoz del PP, no hay dinero para que el Ayuntamiento asuma un gasto que, además, se sale de las competencias del actor público. “¿Gastar dinero público en una discoteca?- me pregunta JM Serna- Ojalá”. Asimismo, plantea una cuestión: ¿Por qué se debería invertir en la apertura de un pub pero no en la de cualquier otro negocio? ¿Por qué sería justo que se ayudase al dueño de una discoteca pero no al de una clínica podológica, por ejemplo? “No se puede decidir arbitrariamente a quién se subvenciona y a quién no. Además, estamos en crisis y los presupuestos están ajustadísimos: no se puede recortar por ningún lado, ni subir los impuestos, y menos para invertir en cubatas; ya hacemos más de lo que podemos”.
Pero esta explicación no termina de convencer a la sociedad. La crisis está desde hace dos años, mientras que la necesidad de que esos terrenos estén listos para los pubs existe desde 1999. Por otra parte, esto, como todo, es cuestión de prioridades. Si se ve como una inversión en cubatas, ningún plan de presupuestos lo contemplaría. Pero no se trata de música, luces y alcohol, se trata de ofrecer un servicio a los ciudadanos del pueblo y de los municipios aledaños; se trata de posibilitar que se consuma en los locales y restaurantes de Benissa; consiste, a fin de cuentas, en apostar porque el pueblo siga creciendo. Y, esto, para miles de habitantes del pueblo, entre ellos Isidoro Mollà, es “completamente prioritario” por delante de otros proyectos que, según su opinión, “están bien, pero pueden esperar”. Proyectos como la creación de museos en los que se invierten millones de euros, o la peatonalización del Carrer La Puríssima y el Carrer San Nicolás (casi 300.000€). Un gasto -este último- innecesario, según Vicent Cabrera, que coincide en que es mejor invertir en nuevos proyectos que en “ir rehaciendo cosas secundarias”.
No es solo un capricho de la juventud, es necesario para reavivar la actividad económica y el atractivo turístico del pueblo: la fiesta vende
Aún así, parece que no importa. Da igual si no hay ningún sitio abierto a partir de medianoche. Quien no quiera irse a casa como Cenicienta, siempre puede optar por ir a Jalón, un pueblo bastante más pequeño que Benissa; sin mucho más atractivo que una cooperativa de vino, pero en el que se sabe que la fiesta da dinero y revitaliza el pueblo. Así, mientras gente de toda la comarca podría haber seguido yendo a La Farola, El Coyote o cualquier otro local que se hubiese montado a tiempo –con ayuda del Ayuntamiento- en esos maravillosos barrancos que hay reservados… Ahora todos van a un local de Jalón, El Tallarina (¡que ni su propio dueño sabe cómo tiene tanto éxito!). Y los que no van ahí, cansados de las muchedumbres, optan por ir a pueblos aún más alejados de su casa, como Ondara, Calpe, Gata o Pego.
Y cuando un domingo por la tarde, media Benissa vuelva a estar en El Tallarina y las cafeterías de la plaza del pueblo vuelvan a estar vacías, los hosteleros y los jóvenes se preguntarán “¿De verdad que no se puede hacer nada?”. Y la respuesta, aunque estemos aburridos de escuchar que no, es: “Sí, se podría hacer. Y mucho”.
Se podría ceder un terreno público, como sugiere el portavoz del PSOE; o bien se podrían permutar los de la “zona de ocio”, dejarlos preparaditos y venderlos o alquilarlos por parcelas, como ve lógico el portavoz del CIBE; o incluso se podrían calificar de otra manera los que ya están parcelados... Soluciones, hay. ¿Y dinero?
Dicen que no, que no se van a subir los impuestos para crear discotecas y restaurantes. Pero muchos se preguntarán si realmente no es posible, sobre todo teniendo en cuenta que el alcalde de Benissa cobra alrededor de 98.000€ al año (más que el presidente del Gobierno), y que hay seis concejales con dedicación exclusiva y doce cargos de confianza que cobran, en total, sobre 600.000€ anuales…, según asegura el portavoz del CIBE. Suena a falta de voluntad y de valor que no se puedan reducir esos elevadísimos sueldos para propiciar que se creen negocios, empleo, actividad económica, atractivo turístico, y un motivo para que la gente joven no piense que vive en un pueblo que cada día está más apagado.
Mientras tanto, habrá que esperar a que la situación sea insostenible y el Ayuntamiento vea que debe actuar; o tal vez a que las elecciones consigan que alguien se comprometa a hacer algo efectivo; o quizá a que algún emprendedor se esmere en elaborar y presentar un buen proyecto… Hasta entonces seguiremos esperando, en El Tallarina, a que nuestros bancales se iluminen debidamente.



















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