Crónica de una separación anunciada

No hay nada más triste que la separación de una pareja, y sobre todo, cuando hay hijos de por medio.

Desgraciadamente el ser humano saca lo peor de cada uno y por esta razón se cometen locuras sin que uno llegue nunca a comprender el por qué de estas.

Como espectador ahora, pues en su momento ya fui protagonista, estoy reviviendo esta situación con un amigo.

Te dicen: - ¡Tranquilo, ya pasará, la culpa es de los dos,  es normal, no te preocupes, el mundo no se acaba aquí, la vida sigue, es lo mejor para los dos, el niño o la niña lo entenderá cuando sea más mayor, anímate, vive la vida, se feliz!

Todas esas cosas y muchas más similares, es lo que  terminas escuchando de  los amigos y   familiares a los que les toca vivir el momento amargo, trágico, desagradable, de una separación.

Pero nadie lo entiende en realidad hasta que no pasa por ello.

Si que es cierto que la vida sigue, que rehaces tú vida, que consigues enamorarte de nuevo, que vuelves a “crear” una nueva familia, pero una cosa no quita la otra.

Me duele ver la situación de mi amigo, porque en cierta forma me veo reflejado en él y seguro que algún lector le ocurrirá lo mismo.

Diga lo que le diga, haga lo que haga, mis palabras o el consuelo que le pueda ofrecer, no le quitará  el inmenso dolor que siente en este momento.

El tiempo dicen que cura las heridas, si, es cierto, pero estas heridas dejan profundas cicatrices que te acompañarán el resto de tu vida y cuando parece  que va a llover, cuando las nubes se tiñen de gris, el dolor de esta herida cerrada, parece como si volviera a abrirse.

No se puede tapar el sol con un dedo, y sé que lo mejor ahora para mi amigo es que se divorcie y que comience una nueva vida, pero también sé que mis palabras le sonarán extrañas, huecas, sin sentimientos.

Mañana será otro día.