Disculpen si no me levanto
Dicen que así reza el epitafio de Groucho Marx, pero a fuerza de no creer mucho en lo que no veo, permítanme que dude de su veracidad.
Son muchas las personas que aquí, en este rincón de esta España nuestra, trabajan y se desviven por sacar adelante a una familia, con sueldos que apenas les llega para subsistir, refugiándose siempre en la frase tan socorrida de:
- Ya llegarán tiempos mejores.
El tiempo, efectivamente pasa, y todo sigue igual.
Sigo viendo a los mismos individuos que con jornadas de doce a catorce horas (cuándo no más), y sueldos ínfimos, no quieren ni pueden denunciar esta situación, ya que se juegan, el poder sobrevivir día a día en esta sociedad de curiosos extremos, donde la riqueza y la opulencia, se mezclan con la pobreza y la escasez.
Grandes lujos de esta sociedad pagados con el trabajo oculto de mucha gente que aún a sabiendas de su complicidad forzosa, continúan permitiendo que esto ocurra; aquí da igual si eres latino, africano o europeo, ya que al explotador, le importa más bien poco, la condición del explotado.
Es entonces cuando uno empieza a dejar de creer en la gente y el mundo que les rodea.
La vida se convierte en una quimera, donde nuestros sueños confundidos con la realidad, nos hace ver gigantes, donde solo hay molinos.
Y si, definitivamente, disculpen pues si no me levanto, pero hoy voy a seguir pensando en las utopías de nuestra existencia y pensar que todo va bien, aun sabiendo que todo esto es una mentira.
Dicen que así reza el epitafio de Groucho Marx, pero a fuerza de no creer mucho en lo que no veo, permítanme que dude de su veracidad.
Son muchas las personas que aquí, en este rincón de esta España nuestra, trabajan y se desviven por sacar adelante a una familia, con sueldos que apenas les llega para subsistir, refugiándose siempre en la frase tan socorrida de:
- Ya llegarán tiempos mejores.
El tiempo, efectivamente pasa, y todo sigue igual.
Sigo viendo a los mismos individuos que con jornadas de doce a catorce horas (cuándo no más), y sueldos ínfimos, no quieren ni pueden denunciar esta situación, ya que se juegan, el poder sobrevivir día a día en esta sociedad de curiosos extremos, donde la riqueza y la opulencia, se mezclan con la pobreza y la escasez.
Grandes lujos de esta sociedad pagados con el trabajo oculto de mucha gente que aún a sabiendas de su complicidad forzosa, continúan permitiendo que esto ocurra; aquí da igual si eres latino, africano o europeo, ya que al explotador, le importa más bien poco, la condición del explotado.
Es entonces cuando uno empieza a dejar de creer en la gente y el mundo que les rodea.
La vida se convierte en una quimera, donde nuestros sueños confundidos con la realidad, nos hace ver gigantes, donde solo hay molinos.
Y si, definitivamente, disculpen pues si no me levanto, pero hoy voy a seguir pensando en las utopías de nuestra existencia y pensar que todo va bien, aun sabiendo que todo esto es una mentira.



















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