Benissa, la cultura de la incultura en la juventud
[caption id="attachment_1986" align="aligncenter" width="448" caption="¿Les estamos educando de forma correcta? ¿Qué valores les trasmitimos?"]
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Cuántas veces hemos visto como nuestro mobiliario urbano se ha roto debido a los vándalos de siempre, pero el problema no acaba ahí, no solo es el mobiliario, son las pintadas, son el destrozo de las obras de arte de los distintos certámenes que en Benissa se ha celebrado de algún evento cultural, son los coches con las ruedas pinchadas, lunas o retrovisores reventados, tan solo por “la diversión” de unos pocos; en definitiva son tantos los actos incívicos en nuestro pueblo que da que pensar.
En gran parte estos episodios son generados por los más jóvenes en su modo de demostrar a sus amigos, que ellos son los más “guays” pero estoy seguro de que en su casa deben de ser unos santos para sus padres.
¿Quiénes son los culpables?
Pues precisamente los mencionados anteriormente: Los padres.
No voy a ser yo quien diga cuál es la mejor educación que un hijo debería de recibir, pues en todas partes cuecen habas, y desde luego no pretendo ser más papista que el Papa.
Pero mucha de esta culpa la tenemos nosotros, pues somos el ejemplo de nuestros hijos.
Claro que la cosa viene de tan atrás, que mi preocupación va creciendo a medida que pasan los años, puesto que somos un pueblo pequeño, donde todos nos conocemos (más o menos) y sabemos quiénes son los grupitos de estos pequeños y no tan pequeños rebeldes, pues hasta en la calle y a plena luz del día son perfectamente reconocibles, y más aún en la época escolar, pues se pueden ver a estos chavales fugados, haciendo pellas, novillos o como queráis llamar al absentismo escolar, paseando por el pueblo, sentados en escaleras de los sitios habituales, o algún que otro bar, y esto, suele ser la marca o el sello que generalmente acompaña a estos chavales.
¿Cómo se puede evitar?
Realmente la única respuesta que se me ocurre es a través de la educación pero poco se puede hacer si cuando se intenta corregir a estos chavales, los maestros, , se pueden encontrar con una denuncia (por parte de los padres) que haga peligrar sus puestos de trabajo, convirtiendo esto en el eterno problema del pez que se muerde la cola, pues los que podrían (fuera del núcleo de la familia) darles o enseñarles una educación, se ven abocados a renunciar y darse por vencidos ante la situación tan paradójica y ridícula de los tiempos en los que nos ha tocado vivir.
En cuanto a la Policía, nada o poco puede hacer cuando se trata de menores, pues estos tienen que ser trasladados al colegio si los pillan fuera del horario escolar y avisar a sus padres.
Con la ley en la mano, cuando son pillados cometiendo algún acto ilegal, los menores de edad, parece que tengan más que ganar que perder, pues los “castigos” en lugar de ejemplarizantes, son casi la invitación al niño para decirle que haga lo que haga, nada le va a ocurrir.
De momento seguiremos viendo las pintadas, o cómo se rompe nuestro mobiliario urbano, nuestras obras de arte, nuestros coches, y haremos lo que hemos hecho siempre: ¡Nada!
Mi reflexión final: Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta
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Cuántas veces hemos visto como nuestro mobiliario urbano se ha roto debido a los vándalos de siempre, pero el problema no acaba ahí, no solo es el mobiliario, son las pintadas, son el destrozo de las obras de arte de los distintos certámenes que en Benissa se ha celebrado de algún evento cultural, son los coches con las ruedas pinchadas, lunas o retrovisores reventados, tan solo por “la diversión” de unos pocos; en definitiva son tantos los actos incívicos en nuestro pueblo que da que pensar.
En gran parte estos episodios son generados por los más jóvenes en su modo de demostrar a sus amigos, que ellos son los más “guays” pero estoy seguro de que en su casa deben de ser unos santos para sus padres.
¿Quiénes son los culpables?
Pues precisamente los mencionados anteriormente: Los padres.
No voy a ser yo quien diga cuál es la mejor educación que un hijo debería de recibir, pues en todas partes cuecen habas, y desde luego no pretendo ser más papista que el Papa.
Pero mucha de esta culpa la tenemos nosotros, pues somos el ejemplo de nuestros hijos.
Claro que la cosa viene de tan atrás, que mi preocupación va creciendo a medida que pasan los años, puesto que somos un pueblo pequeño, donde todos nos conocemos (más o menos) y sabemos quiénes son los grupitos de estos pequeños y no tan pequeños rebeldes, pues hasta en la calle y a plena luz del día son perfectamente reconocibles, y más aún en la época escolar, pues se pueden ver a estos chavales fugados, haciendo pellas, novillos o como queráis llamar al absentismo escolar, paseando por el pueblo, sentados en escaleras de los sitios habituales, o algún que otro bar, y esto, suele ser la marca o el sello que generalmente acompaña a estos chavales.
¿Cómo se puede evitar?
Realmente la única respuesta que se me ocurre es a través de la educación pero poco se puede hacer si cuando se intenta corregir a estos chavales, los maestros, , se pueden encontrar con una denuncia (por parte de los padres) que haga peligrar sus puestos de trabajo, convirtiendo esto en el eterno problema del pez que se muerde la cola, pues los que podrían (fuera del núcleo de la familia) darles o enseñarles una educación, se ven abocados a renunciar y darse por vencidos ante la situación tan paradójica y ridícula de los tiempos en los que nos ha tocado vivir.
En cuanto a la Policía, nada o poco puede hacer cuando se trata de menores, pues estos tienen que ser trasladados al colegio si los pillan fuera del horario escolar y avisar a sus padres.
Con la ley en la mano, cuando son pillados cometiendo algún acto ilegal, los menores de edad, parece que tengan más que ganar que perder, pues los “castigos” en lugar de ejemplarizantes, son casi la invitación al niño para decirle que haga lo que haga, nada le va a ocurrir.
De momento seguiremos viendo las pintadas, o cómo se rompe nuestro mobiliario urbano, nuestras obras de arte, nuestros coches, y haremos lo que hemos hecho siempre: ¡Nada!
Mi reflexión final: Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta



















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