Un relato maravilloso
Desde Bernia
Sinopsis: Vicente Ibáñez nos adentra en una bella historia sobre Lucía y su hijo Roc, que siendo apenas un recién nacido pierde al cabeza de familia. Ambientado en una época lejana y cercana a la vez, nos sumerge en un mundo de alusiones constantes a Bernia, permitiendo al lector visualizar las sendas, o trochas que los personajes recorren, como el Padre Eusebio, religiosos Franciscano en el Convento de Benissa. Una historia que nos adentra en la enfermedad del Parkinson. Una historia que te inundará de sensaciones y que merece la pena ser leída.
![[Img #3371]](upload/img/periodico/img_3371.jpg)
Cuando la comadre salio de la
habitación y llamó a Sebastian, este observó,
que no le miraba directamente, tenia una mirada huidiza, había algo en
ella que no era habitual.
- Mariana, ¿ha ido todo bien? ¿Es
…. sana?.¿... sano?
- Sebastian, tienes un hijo
precioso y sano. No te preocupes. Ahora pasa, Lucia esta dándole pecho, pero
aún, el gandul, no le coge el tranquillo. Tiempo habrá, y de morderla también.
- Gracias Mariana, mañana mismo
te llevo el gallo mas precioso del corral.
- Nada de eso, ya nos veremos.
Cuídala, ahora necesita unos días de reposo y tienes que ayudarla.
Durante la conversación, observo
la misma actitud huidiza de sus ojos y, que su cuerpo, a toda hora, hacia
ademanes y movimientos como si quisiera salir corriendo.
- Adiós Mariana, voy a ver a mi
hijo, ya nos vemos. Y lo dicho, el mejor gallo del corral estará mañana en tu
casa.
En la penumbra, observo a su
mujer medio incorporada, con un pequeño bulto tapado hasta la cabeza, a la altura
de su seno. Un seno blanco que lucia brillante por el reflejo de la media luz
de la acogedora penumbra. Cogido al seno, como si con él se le fuera la vida, y
así era, el crío, gemía y succionaba.
Sebastian beso la cabeza del
recién nacido, más bien beso la tela que lo cubría, y beso a la madre en la
frente.
Cruzo un momento la mirada con la
del niño, tenía los ojos abiertos, y al ver sumirada, una sensación extraña
recorrió su espina dorsal.
El niño, en la penumbra, no
ofrecía una imagen con la que se pudiera, como harían las vecinas pronto,
encontrarle un parecido.
Sebastian salio de la habitación
y esa fue la primera y última vez que vio a su hijo.
Por la tarde, al volver desde los
bancales cercanos a la finca de Cardos, el terraplén del camino, cedió,
precipitándose el conductor y el vehiculo al cauce del rió. Sebastian murió
ahogado, inconsciente por el golpe recibido.
Al niño, su madre le llamó Roc
(en valenciano Roque ó también Roca). Durante los 45 años que vivieron juntos
en la casa de la Umbría de Bernia, su madre le llamó siempre Roc.
Lucia, desde el momento que
recibió la noticia del accidente de su marido, pensó, que, siendo ella, a
partir de ese momento, padre y madre, las decisiones serian más fáciles de
tomar.
Veía, que su hijo era especial,
pero, eso a todas las madres les ocurría con sus propios hijos. Ella comprobaba
esas diferencias, los martes.
Los martes, Lucia se acercaba a
la plaza de la ermita para adquirir un poco de pescado, el que Toni el
pescadero, con esfuerzo, acercaba desde la costa hasta los inaccesibles parajes
de la Umbría. Durante el tiempo que se encontraba ausente, dejaba solo a Roc, y
se aseguraba, que este, nunca saliera de los lindes de la propiedad, ni que
nadie traspasaba esos lindes.
Mariana observaba que todas
trataban a sus hijos muy tiernamente, aunque los niños eran revoltosos, vivos,
y nunca paraban quietos. En contraposición, su Roc, era manso, reposado y poco
dado al ruido y a la conversación. Siempre estaba concentrado en algo, pero nunca,
si se le preguntaba, le respondía, había que insistir, había que despertar a
Roc, de su trance.
Cuando estaba sola, reflexionaba
sobre que camino debía tomar, ella, sin un hombre en casa, con toda la tierra
propiedad de Sebastián más la suya propia, la casa, el niño.
Decidió, que ella no tenía que
compartir ya con nadie algunas decisiones. Una de ellas, que su Roc no iría a
la escuela de la plaza de la ermita. Ella misma se haría cargo de educación, no
en vano, ella fue la primera de su clase, cuando en la escuela estaba, la
maestra doña Guillermina. Esta maestra le había dejado un buen montón de
libros, que seguro le iban a servir para que su hijo adquiriera suficientes
conocimientos para poderse defender en caso de tener que salir de la Umbria.
Pensó que la tierra y la casa,
también, serian su responsabilidad. Ya vería si hacia falta otra ayuda, pero de
momento todo estaría en sus manos.
De ahora en adelante el único
hombre seria Roc,. Si, tuvo suficiente con Sebastián. Su instinto murió con él.
También esa fue su decisión.
Lucia se tomó en serio la tarea.
Durante los diecisiete primeros años de vida de Roc, compartía las tareas de
ama de casa, labradora y maestra. No tuvo dificultades con el niño, era una
esponja, absorbía cualquier dato, historia numero que le pusiera delante.
Lucia descubrió, que aquello que
lo hacia especial eran sus grandes ojos, abiertos, sin pestañear. Por ellos le
entraban en el cerebro todos y cada uno de los nuevos descubrimientos que
mediante la palabra de su madre, los libros viejos y alguno que le regalaban,
pasaban por sus manos.
Si recordamos, también el padre
desaparecido, vio algo extraño en los ojos del recién nacido. Ahora, su madre
vio claramente que eran los dos pozos que absorbían enseñanza, experiencia,
cariño.
Roc por su parte, sentía que el
cariño de su madre, estaba marcado, tenía una distancia, un tope. No era un
cariño empalagoso. Esa sensación se acentuaba cuando le acariciaba con unas
manos, callosas, y deformadas por el trabajo duro del campo. Cuando su madre,
sentada en una mecedora vieja, descansaba, la observaba, era habitual ver, como
los dedos anular y meñique repiqueteaban el reposabrazos. Espaciada y
rítmicamente.
- Madre, cuando estas en la
mecedora, ¿qué canción es la que susurras?
- Ninguna hijo, estoy en
duermevela y no recuerdo canción alguna.
- Como estas repiqueteando los
dedos.
- Es tú padre que tira de ellos,
tiene poco que hacer donde esta y anda molestando a los que estamos atareados.
A todo ello, algunos vecinos y parientes
lejanos, es verdad, observaban y no aprobaban la actitud de la madre, que
mantenía a su hijo aislado del mundo. La finca se hallaba en el punto más
inaccesible de la sierra de Bernia, junto al escarpado “pico del águila”, y eso
hacia especialmente fácil mantener el aislamiento, que por otro lado Roc, nunca
hizo amago de infringirlo.
Cuando el chico contaba dieciséis
años, los preocupados de la vida de los demás, insistieron ante el padre
Eusebio, para que este hiciera una visita y evaluara la situación de cara a
denunciar a las autoridades, un posible abuso de la madre sobre el niño.
El padre Eusebio estaba destinado
en el convento de los franciscanos de Benissa. Cuando las condiciones y la
época lo permitían, su buen amigo “Romero”, oriundo de aquel paraje, y que
tenia un taxi, lo trasladaba a la falda de la montaña, donde estaba la ermita.
El padre Eusebio, confesaba, oficiaba la misa, asistía espiritualmente a sanos
y enfermos, todo en el par de días que estaba en la Umbría, ya que no se sabía
cuando podría volver transitar por aquellos inaccesibles caminos.
El tío Jaume, alcalde pedáneo de
la época, recogiendo el sentir de los lugareños, trasladó la preocupación al
padre.
- Padre Eusebio, Lucia esta criando un hijo
sola, y usted lo sabe, ya es mayor, tiene diecisiete años, y no ha permitido
nunca que el niño baje a la escuela, y ni tan siquiera que baje a la plaza de
la ermita. De hecho nadie conoce al niño, y si alguien se le acerca huye.
- Bien, visitare a Lucia y a su
hijo la próxima vez que suba, esperó que sea el domingo que viene, que es el de
Ramos, y así empezamos con buen pie la Semana Santa.
El padre Eusebio era un hombre
sabio, pero era tal su humildad, que impartía su sabiduría en el seminario,
cuando la plaza de profesor adjunto en una universidad estaba esperándolo,
siempre vacante, ante el convencimiento del claustro de que al final contarían
con su presencia en el cuadro de profesores.
Era un biólogo y meteorólogo
notable, pero, ya se ha dicho, la humildad que desprendía le hacia un gran
desaparecido, aunque no tanto en las altitudes de Bernia, y de los vecinos de
la Umbría.
Como había prometido, visito a la familia, con
mucho sacrifico, ya que su hábito franciscano no era una indumentaria apropiada
para desplazarse por las trochas de la Sierra de Bernia. Extrañó a los vecinos
que no volviera esa tarde a la casa de la ermita. El padre se quedó una noche
en la casa de la Umbría.
El camino hasta la casa, era una
senda, por la que podía transitar una persona y su jumento, el paraje del
estrecho de Sacos o “paso de los bandoleros”, tenia un especial peligro, había
que
extremar la precaución, pues el desnivel, era tal, que un derrape podía
costar un buen disgusto al caminante, “runar” abajo.
La biología y la botánica del
padre Eusebio, afloraba por cualquier poro de su piel. La riqueza del paraje,
con la variedad y fragancia que se desprendía de las especies, en algún caso
únicas, eran como una droga que trasponía al humilde fraile. Aliaga, lavanda,
romero, tomillo, todo en una explosión de flores por una primavera adelantada.
El frió este año no fue castigador, las especies no sufrieron y el primer sol
de marzo, propicio el brote y el manto de mil flores que a sus pies tenia.
![[Img #3375]](upload/img/periodico/img_3375.jpg)
- Que observatorio meteorológico
podría instalar aquí. ¡Qué visión, cuánta lejanía! ¡Qué
grandeza!
Eran las reflexiones de un
meteorólogo. Eran las reflexiones de un religioso.
La primera impresión, al ver a
Lucia, fue la de una Virgen en el calvario. La Virgen triste que algunos
pintores han representado, tanto al pie de la cruz como con Cristo en los
brazos. Pero en al distancia corta, la expresión facial, no era la de una
Virgen, mas bien, parecía la de una persona que no esta, que su mirada, su
pensamiento están en otro sitio. Su cuerpo delgado, escorado a la izquierda y
algo tembloroso, le daban un aire de desprotección. No obstante, toda la
apreciación quedaba anulada, cuando tomaba la palabra y explicaba o contaba
algo. Su juventud mantenía la energía en aquel cuerpo, pero la visión general y
a primera vista, era de debilidad y abandono.
La conversación fue para el padre
Eusebio, como secreto de confesión, pero como nosotros, los lectores nos
encontramos en otra dimensión, podemos asistir o recrear aquella visita.
- Lucia, tú y tu hijo necesitáis
que alguien cuide de vosotros, estas cargando con el trabajo de tus tierras y
la educación de tu Roc, y eso, aunque eres fuerte te esta pasando factura.
Tienes que dejar que te ayudemos, que te ayuden, .......que te ayude.
- Padre, puedo sola y no quiero a nadie por mi
propiedad, cerca de mi o de mi hijo.
- Permíteme que le deje este
libro a tu hijo, que os visite cuando venga a la ermita a oficial la misa y que
pueda hablar un rato con tu hijo.
- Mi hijo le agradecerá mucho
este libro, su pasión por la naturaleza y los animales no tiene límite. Puede
venir cuando quiera, pero no permitiré más visitantes. En cuanto a mi hijo,
búsquelo bajo el tejo que hay en el peñasco sur, al lado del fuerte que se
construyo en tiempos del rey Felipe II.
El buen padre, transitó hasta llegar al
fuerte, recorriendo el sendero que atravesaba el paraje fresco y rumoroso de la
fuente de Bernia, hacia “ el forat”, para así pasar a la vertiente sur de la sierra.
Roc, estaba sentado bajo una de
las bóvedas en arco, del fuerte de Bernia. Su posición, la misma que la que
hace más de 500 años, adoptaría un soldado del rey Felipe II, a 800 metros
sobre el nivel del mar, mirando al horizonte, vigilando para prevenir el ataque
berberisco. Y sobrevolando sus cabezas y graznando unos cuervos en busca de
carroña con que alimentarse.
El padre Eusebio, observo el horizonte. El
trayecto recorrido desde la casa de la Umbría, hasta el fuerte, estaba jalonado
de especies vegetales. El padre, maravillado las iba nombrando, mentalmente, en
su afección latina y popular. Pero la visión que se le ofrecía desde allí, era
impresionante. El alma de biólogo se transformó, y volvió el religioso
observador de la
grandeza. En la parte sur, el mítico Puig Campana, a la
retaguardia de la sierra de la Serrella. La rada de Benidorm y la isla, de la
que el Puig Campana se siente propietario, ya que le falta ese trozo, que la
espada Durandarte del Roldan de Carlomagno, corto en su lucha contra el jefe
moro. La Sierra Helada, como una foca tomando el sol en una playa de arena.
Al volver la vista al norte,
descubrió, que desde la casa de la Umbría solo se llegaba a ver una minima
parte de la extraordinaria visión que se ofrecía desde allí, se sorprendió al
ver un trozo de tierra en medio del mar.
- Ibiza, padre. Es la isla de
Ibiza.
- Y la roca, esa, la que esta
dentro del mar, casi no hay conexión con la tierra. Una visión preciosa.
- El pueblo de Calp y el peñón de
Ifach, padre.
- Claro, desde aquí no lo
reconocía.
El mar mediterráneo en calma, con
la punta de Moraira o “Cap d´or”, el Puig de la Llorença, y el majestuoso y
rojo Montgó.
- Roc, tenemos que hablar.
- Si padre, le estaba esperando.
Soplaba la brisa mediterránea, la
brisa, que a la altura de la fuerte, había adquirido ya, una mezcla de húmeda
sal con aromas del tomillo, y del romero de la sierra.
- La situación no puede seguir
así.
- Lo se padre.
- Tu madre parece cansada y tú,
no se, habrá que evaluar que tal te afecta toda esta incomunicación.
- Mi madre no esta bien. Debe
tener algo en su cabeza. Leí, que en el cerebro están todas las conexiones que
dirigen y coordinan cada uno de tus actos. Mi madre hace tiempo que no es
propietaria de su cuerpo. Ella dice que es mi padre que la toquetea y le hace
cosquillas.
- Hijo, creo que eres muy
inteligente. Tendremos que convencerla para ir a Benissa, que la vea don Juan.
- Tendremos que tener paciencia,
no será fácil convencerla.
- Bien, bajemos a la casa,
preparemos la estrategia y de paso veras el libro que te traje.
En el trayecto de vuelta, el
padre Eusebio, tuvo ocasión de comprobar que el chico tenía conocimientos de
botánica, ya que le iba diciendo los nombres de cada una de las plantas, en su
acepción latina y popular. Recordó el padre, que él al subir había hecho lo
mismo.
Lavandula dentada candicans,
quercus faginea, thymus vulgaris.
Al tercer viaje del padre
Eusebio, Lucia estaba dispuesta para abandonar la Umbría. Lucia no volvió a
decidir nada En algún momento decidió callar y seguir las insinuaciones, más
que sugerencias de su hijo. Diríase que había traspasado el poder que se otorgó
a sí misma, a la muerte de su Sebastian, a su hijo.
Roc, demostró que la impresión
que su padre obtuvo al verlo asido al pecho de Lucia, no era nada
desasosegador, más bien era la mirada extraordinaria y curiosa de un niño, que
al nacer, ya estaba absorbiendo por los ojos toda la sabiduría que era posible
almacenar un cerebro.
El tiempo que Lucia estuvo en
observación y análisis, el padre Eusebio se hizo cargo de Roc. Viajaron a
Valencia, y visitaron al vicerrector de la universidad de la capital. La visita
del padre Eusebio produjo un gran revuelo, ya que se interpretó como la caída de la muralla de Jericó.
Roc realizó una prueba de acceso
a la universidad, aprobándola con una nota brillante, acto seguido, se
formalizó una matricula en la licenciatura de Biología, para el curso que empezaría
en septiembre.
Todo el tejemaneje, supuso para
el padre Eusebio, abandonar su negativa e incorporarse a la vacante que con
tanto empeño habían mantenido sin suplir.
Lucia, con un tratamiento de
Sinemet Plus retard, Azilect y Requip-proib, empezó una recuperación, que en
poco tiempo fue visible. Su cojera y tartamudez disminuyeron. Su Sebastian dejo
de jugar con los dedos de la mujer..
La enfermedad de Parkinson,
cambio el rumbo que Lucia había previsto y que Roc había aceptado. Despertó la
Lucia de antaño, y comprendió, que ante sí, una oportunidad, un reto se
presentaba, y ninguno de los dos estaba dispuesto a renunciar, si a caso,
querían competir con ese reto.
Hoy la casa de la Umbría es el
centro de interpretación “Lucia Ferrer” del Parque Natural de la Sierra de
Bernia, y la vivienda del director del parque, el biólogo don Roc Ivars Ferrer.
![[Img #3374]](upload/img/periodico/img_3374.jpg)
![[Img #3371]](upload/img/periodico/img_3371.jpg)
Cuando la comadre salio de la habitación y llamó a Sebastian, este observó, que no le miraba directamente, tenia una mirada huidiza, había algo en ella que no era habitual.
- Mariana, ¿ha ido todo bien? ¿Es …. sana?.¿... sano?
- Sebastian, tienes un hijo precioso y sano. No te preocupes. Ahora pasa, Lucia esta dándole pecho, pero aún, el gandul, no le coge el tranquillo. Tiempo habrá, y de morderla también.
- Gracias Mariana, mañana mismo te llevo el gallo mas precioso del corral.
- Nada de eso, ya nos veremos. Cuídala, ahora necesita unos días de reposo y tienes que ayudarla.
Durante la conversación, observo la misma actitud huidiza de sus ojos y, que su cuerpo, a toda hora, hacia ademanes y movimientos como si quisiera salir corriendo.
- Adiós Mariana, voy a ver a mi hijo, ya nos vemos. Y lo dicho, el mejor gallo del corral estará mañana en tu casa.
En la penumbra, observo a su mujer medio incorporada, con un pequeño bulto tapado hasta la cabeza, a la altura de su seno. Un seno blanco que lucia brillante por el reflejo de la media luz de la acogedora penumbra. Cogido al seno, como si con él se le fuera la vida, y así era, el crío, gemía y succionaba.
Sebastian beso la cabeza del recién nacido, más bien beso la tela que lo cubría, y beso a la madre en la frente.
Cruzo un momento la mirada con la del niño, tenía los ojos abiertos, y al ver sumirada, una sensación extraña recorrió su espina dorsal.
El niño, en la penumbra, no ofrecía una imagen con la que se pudiera, como harían las vecinas pronto, encontrarle un parecido.
Sebastian salio de la habitación y esa fue la primera y última vez que vio a su hijo.
Por la tarde, al volver desde los bancales cercanos a la finca de Cardos, el terraplén del camino, cedió, precipitándose el conductor y el vehiculo al cauce del rió. Sebastian murió ahogado, inconsciente por el golpe recibido.
Al niño, su madre le llamó Roc (en valenciano Roque ó también Roca). Durante los 45 años que vivieron juntos en la casa de la Umbría de Bernia, su madre le llamó siempre Roc.
Lucia, desde el momento que recibió la noticia del accidente de su marido, pensó, que, siendo ella, a partir de ese momento, padre y madre, las decisiones serian más fáciles de tomar.
Veía, que su hijo era especial, pero, eso a todas las madres les ocurría con sus propios hijos. Ella comprobaba esas diferencias, los martes.
Los martes, Lucia se acercaba a la plaza de la ermita para adquirir un poco de pescado, el que Toni el pescadero, con esfuerzo, acercaba desde la costa hasta los inaccesibles parajes de la Umbría. Durante el tiempo que se encontraba ausente, dejaba solo a Roc, y se aseguraba, que este, nunca saliera de los lindes de la propiedad, ni que nadie traspasaba esos lindes.
Mariana observaba que todas trataban a sus hijos muy tiernamente, aunque los niños eran revoltosos, vivos, y nunca paraban quietos. En contraposición, su Roc, era manso, reposado y poco dado al ruido y a la conversación. Siempre estaba concentrado en algo, pero nunca, si se le preguntaba, le respondía, había que insistir, había que despertar a Roc, de su trance.
Cuando estaba sola, reflexionaba sobre que camino debía tomar, ella, sin un hombre en casa, con toda la tierra propiedad de Sebastián más la suya propia, la casa, el niño.
Decidió, que ella no tenía que compartir ya con nadie algunas decisiones. Una de ellas, que su Roc no iría a la escuela de la plaza de la ermita. Ella misma se haría cargo de educación, no en vano, ella fue la primera de su clase, cuando en la escuela estaba, la maestra doña Guillermina. Esta maestra le había dejado un buen montón de libros, que seguro le iban a servir para que su hijo adquiriera suficientes conocimientos para poderse defender en caso de tener que salir de la Umbria.
Pensó que la tierra y la casa, también, serian su responsabilidad. Ya vería si hacia falta otra ayuda, pero de momento todo estaría en sus manos.
De ahora en adelante el único hombre seria Roc,. Si, tuvo suficiente con Sebastián. Su instinto murió con él. También esa fue su decisión.
Lucia se tomó en serio la tarea. Durante los diecisiete primeros años de vida de Roc, compartía las tareas de ama de casa, labradora y maestra. No tuvo dificultades con el niño, era una esponja, absorbía cualquier dato, historia numero que le pusiera delante.
Lucia descubrió, que aquello que lo hacia especial eran sus grandes ojos, abiertos, sin pestañear. Por ellos le entraban en el cerebro todos y cada uno de los nuevos descubrimientos que mediante la palabra de su madre, los libros viejos y alguno que le regalaban, pasaban por sus manos.
Si recordamos, también el padre desaparecido, vio algo extraño en los ojos del recién nacido. Ahora, su madre vio claramente que eran los dos pozos que absorbían enseñanza, experiencia, cariño.
Roc por su parte, sentía que el cariño de su madre, estaba marcado, tenía una distancia, un tope. No era un cariño empalagoso. Esa sensación se acentuaba cuando le acariciaba con unas manos, callosas, y deformadas por el trabajo duro del campo. Cuando su madre, sentada en una mecedora vieja, descansaba, la observaba, era habitual ver, como los dedos anular y meñique repiqueteaban el reposabrazos. Espaciada y rítmicamente.
- Madre, cuando estas en la mecedora, ¿qué canción es la que susurras?
- Ninguna hijo, estoy en duermevela y no recuerdo canción alguna.
- Como estas repiqueteando los dedos.
- Es tú padre que tira de ellos, tiene poco que hacer donde esta y anda molestando a los que estamos atareados.
A todo ello, algunos vecinos y parientes lejanos, es verdad, observaban y no aprobaban la actitud de la madre, que mantenía a su hijo aislado del mundo. La finca se hallaba en el punto más inaccesible de la sierra de Bernia, junto al escarpado “pico del águila”, y eso hacia especialmente fácil mantener el aislamiento, que por otro lado Roc, nunca hizo amago de infringirlo.
Cuando el chico contaba dieciséis años, los preocupados de la vida de los demás, insistieron ante el padre Eusebio, para que este hiciera una visita y evaluara la situación de cara a denunciar a las autoridades, un posible abuso de la madre sobre el niño.
El padre Eusebio estaba destinado en el convento de los franciscanos de Benissa. Cuando las condiciones y la época lo permitían, su buen amigo “Romero”, oriundo de aquel paraje, y que tenia un taxi, lo trasladaba a la falda de la montaña, donde estaba la ermita. El padre Eusebio, confesaba, oficiaba la misa, asistía espiritualmente a sanos y enfermos, todo en el par de días que estaba en la Umbría, ya que no se sabía cuando podría volver transitar por aquellos inaccesibles caminos.
El tío Jaume, alcalde pedáneo de la época, recogiendo el sentir de los lugareños, trasladó la preocupación al padre.
- Padre Eusebio, Lucia esta criando un hijo sola, y usted lo sabe, ya es mayor, tiene diecisiete años, y no ha permitido nunca que el niño baje a la escuela, y ni tan siquiera que baje a la plaza de la ermita. De hecho nadie conoce al niño, y si alguien se le acerca huye.
- Bien, visitare a Lucia y a su hijo la próxima vez que suba, esperó que sea el domingo que viene, que es el de Ramos, y así empezamos con buen pie la Semana Santa.
El padre Eusebio era un hombre sabio, pero era tal su humildad, que impartía su sabiduría en el seminario, cuando la plaza de profesor adjunto en una universidad estaba esperándolo, siempre vacante, ante el convencimiento del claustro de que al final contarían con su presencia en el cuadro de profesores.
Era un biólogo y meteorólogo notable, pero, ya se ha dicho, la humildad que desprendía le hacia un gran desaparecido, aunque no tanto en las altitudes de Bernia, y de los vecinos de la Umbría.
Como había prometido, visito a la familia, con mucho sacrifico, ya que su hábito franciscano no era una indumentaria apropiada para desplazarse por las trochas de la Sierra de Bernia. Extrañó a los vecinos que no volviera esa tarde a la casa de la ermita. El padre se quedó una noche en la casa de la Umbría.
El camino hasta la casa, era una
senda, por la que podía transitar una persona y su jumento, el paraje del
estrecho de Sacos o “paso de los bandoleros”, tenia un especial peligro, había
que
extremar la precaución, pues el desnivel, era tal, que un derrape podía
costar un buen disgusto al caminante, “runar” abajo.
La biología y la botánica del padre Eusebio, afloraba por cualquier poro de su piel. La riqueza del paraje, con la variedad y fragancia que se desprendía de las especies, en algún caso únicas, eran como una droga que trasponía al humilde fraile. Aliaga, lavanda, romero, tomillo, todo en una explosión de flores por una primavera adelantada. El frió este año no fue castigador, las especies no sufrieron y el primer sol de marzo, propicio el brote y el manto de mil flores que a sus pies tenia.
![[Img #3375]](upload/img/periodico/img_3375.jpg)
- Que observatorio meteorológico podría instalar aquí. ¡Qué visión, cuánta lejanía! ¡Qué grandeza!
Eran las reflexiones de un meteorólogo. Eran las reflexiones de un religioso.
La primera impresión, al ver a Lucia, fue la de una Virgen en el calvario. La Virgen triste que algunos pintores han representado, tanto al pie de la cruz como con Cristo en los brazos. Pero en al distancia corta, la expresión facial, no era la de una Virgen, mas bien, parecía la de una persona que no esta, que su mirada, su pensamiento están en otro sitio. Su cuerpo delgado, escorado a la izquierda y algo tembloroso, le daban un aire de desprotección. No obstante, toda la apreciación quedaba anulada, cuando tomaba la palabra y explicaba o contaba algo. Su juventud mantenía la energía en aquel cuerpo, pero la visión general y a primera vista, era de debilidad y abandono.
La conversación fue para el padre Eusebio, como secreto de confesión, pero como nosotros, los lectores nos encontramos en otra dimensión, podemos asistir o recrear aquella visita.
- Lucia, tú y tu hijo necesitáis que alguien cuide de vosotros, estas cargando con el trabajo de tus tierras y la educación de tu Roc, y eso, aunque eres fuerte te esta pasando factura. Tienes que dejar que te ayudemos, que te ayuden, .......que te ayude.
- Padre, puedo sola y no quiero a nadie por mi propiedad, cerca de mi o de mi hijo.
- Permíteme que le deje este libro a tu hijo, que os visite cuando venga a la ermita a oficial la misa y que pueda hablar un rato con tu hijo.
- Mi hijo le agradecerá mucho este libro, su pasión por la naturaleza y los animales no tiene límite. Puede venir cuando quiera, pero no permitiré más visitantes. En cuanto a mi hijo, búsquelo bajo el tejo que hay en el peñasco sur, al lado del fuerte que se construyo en tiempos del rey Felipe II.
El buen padre, transitó hasta llegar al fuerte, recorriendo el sendero que atravesaba el paraje fresco y rumoroso de la fuente de Bernia, hacia “ el forat”, para así pasar a la vertiente sur de la sierra.
Roc, estaba sentado bajo una de
las bóvedas en arco, del fuerte de Bernia. Su posición, la misma que la que
hace más de 500 años, adoptaría un soldado del rey Felipe II, a 800 metros
sobre el nivel del mar, mirando al horizonte, vigilando para prevenir el ataque
berberisco. Y sobrevolando sus cabezas y graznando unos cuervos en busca de
carroña con que alimentarse.
El padre Eusebio, observo el horizonte. El
trayecto recorrido desde la casa de la Umbría, hasta el fuerte, estaba jalonado
de especies vegetales. El padre, maravillado las iba nombrando, mentalmente, en
su afección latina y popular. Pero la visión que se le ofrecía desde allí, era
impresionante. El alma de biólogo se transformó, y volvió el religioso
observador de la
grandeza. En la parte sur, el mítico Puig Campana, a la
retaguardia de la sierra de la Serrella. La rada de Benidorm y la isla, de la
que el Puig Campana se siente propietario, ya que le falta ese trozo, que la
espada Durandarte del Roldan de Carlomagno, corto en su lucha contra el jefe
moro. La Sierra Helada, como una foca tomando el sol en una playa de arena.
Al volver la vista al norte, descubrió, que desde la casa de la Umbría solo se llegaba a ver una minima parte de la extraordinaria visión que se ofrecía desde allí, se sorprendió al ver un trozo de tierra en medio del mar.
- Ibiza, padre. Es la isla de Ibiza.
- Y la roca, esa, la que esta dentro del mar, casi no hay conexión con la tierra. Una visión preciosa.
- El pueblo de Calp y el peñón de Ifach, padre.
- Claro, desde aquí no lo reconocía.
El mar mediterráneo en calma, con la punta de Moraira o “Cap d´or”, el Puig de la Llorença, y el majestuoso y rojo Montgó.
- Roc, tenemos que hablar.
- Si padre, le estaba esperando.
Soplaba la brisa mediterránea, la brisa, que a la altura de la fuerte, había adquirido ya, una mezcla de húmeda sal con aromas del tomillo, y del romero de la sierra.
- La situación no puede seguir así.
- Lo se padre.
- Tu madre parece cansada y tú, no se, habrá que evaluar que tal te afecta toda esta incomunicación.
- Mi madre no esta bien. Debe tener algo en su cabeza. Leí, que en el cerebro están todas las conexiones que dirigen y coordinan cada uno de tus actos. Mi madre hace tiempo que no es propietaria de su cuerpo. Ella dice que es mi padre que la toquetea y le hace cosquillas.
- Hijo, creo que eres muy inteligente. Tendremos que convencerla para ir a Benissa, que la vea don Juan.
- Tendremos que tener paciencia, no será fácil convencerla.
- Bien, bajemos a la casa, preparemos la estrategia y de paso veras el libro que te traje.
En el trayecto de vuelta, el padre Eusebio, tuvo ocasión de comprobar que el chico tenía conocimientos de botánica, ya que le iba diciendo los nombres de cada una de las plantas, en su acepción latina y popular. Recordó el padre, que él al subir había hecho lo mismo.
Lavandula dentada candicans, quercus faginea, thymus vulgaris.
Al tercer viaje del padre Eusebio, Lucia estaba dispuesta para abandonar la Umbría. Lucia no volvió a decidir nada En algún momento decidió callar y seguir las insinuaciones, más que sugerencias de su hijo. Diríase que había traspasado el poder que se otorgó a sí misma, a la muerte de su Sebastian, a su hijo.
Roc, demostró que la impresión que su padre obtuvo al verlo asido al pecho de Lucia, no era nada desasosegador, más bien era la mirada extraordinaria y curiosa de un niño, que al nacer, ya estaba absorbiendo por los ojos toda la sabiduría que era posible almacenar un cerebro.
El tiempo que Lucia estuvo en observación y análisis, el padre Eusebio se hizo cargo de Roc. Viajaron a Valencia, y visitaron al vicerrector de la universidad de la capital. La visita del padre Eusebio produjo un gran revuelo, ya que se interpretó como la caída de la muralla de Jericó.
Roc realizó una prueba de acceso a la universidad, aprobándola con una nota brillante, acto seguido, se formalizó una matricula en la licenciatura de Biología, para el curso que empezaría en septiembre.
Todo el tejemaneje, supuso para el padre Eusebio, abandonar su negativa e incorporarse a la vacante que con tanto empeño habían mantenido sin suplir.
Lucia, con un tratamiento de Sinemet Plus retard, Azilect y Requip-proib, empezó una recuperación, que en poco tiempo fue visible. Su cojera y tartamudez disminuyeron. Su Sebastian dejo de jugar con los dedos de la mujer..
La enfermedad de Parkinson, cambio el rumbo que Lucia había previsto y que Roc había aceptado. Despertó la Lucia de antaño, y comprendió, que ante sí, una oportunidad, un reto se presentaba, y ninguno de los dos estaba dispuesto a renunciar, si a caso, querían competir con ese reto.
Hoy la casa de la Umbría es el centro de interpretación “Lucia Ferrer” del Parque Natural de la Sierra de Bernia, y la vivienda del director del parque, el biólogo don Roc Ivars Ferrer.
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